domingo, 3 de febrero de 2008

El cambio de fase de Trajano a Adriano

Las reformas de Augusto
El ejército permanente
El testamento de Julio César dejó como heredero de la parte principal de sus bienes materiales a su joven sobrino-nieto Octavio a quien además, adoptó como hijo. Las circunstancias convirtieron al joven no sólo en su heredero material, sino también político.
Pero ¿Cuál era la voluntad de César?
Sobradamente conocidos son los hechos que llevan a un joven desconocido a auparse como el Primer Hombre de Roma en una posición de monarca. El Senado, esa reunión de personajes que ya sólo sabían aplaudir al nuevo líder, le otorgó tantos honores que los que le dio a César parecen ridículos. Y lo principal fue la concesión el año 27 a.C. del título de "Augusto", con lo que le daba a Octavio un reconocimiento no sólo político, sino también religioso, convirtiéndolo en una especie de santo viviente.
Octavio era un tipo muy listo y se cuidó de reservarse todos los poderes de un rey pero sin corona. Vivía en su casa del Palatino, protegido por la Guardia Pretoriana creada por el Senado y no hacía ostentación de ninguna clase ni siquiera en el vestido, vistiendo la túnica y toga de senadores como uno más, aunque no era uno más. Oficialmente su situación era la del princeps, o primus inter pares: "el primero entre iguales", por eso llamamos a su régimen el Principado. Oficialmente él se limitaba a proponer al Senado leyes, pero prácticamente todos los senadores le debían el puesto, así que nunca vio ni una sola de sus "propuestas" rechazada o enmendada.
Octavio Augusto fue un buen gobernante, un gran gobernante que le dio al Imperio paz, estabilidad y prosperidad, y eso es algo que sus habitantes le agradecieron durante generaciones. Fue un hombre justo y cabal y eso es algo que nadie discute.
Pero Octavio no siguió los deseos de César en las cuestiones fundamentales, lo que equivale, simple, lisa y llanamente, a traicionar su memoria.

La traición en el programa político
César quería construir un Imperio Universal, siguiendo la idea de Alejandro Magno, un imperio de ciudadanos libres donde todos tuvieran los mismos derechos. César, al igual que Alejandro, no creía en la supremacía de las razas, sino en la de las culturas, y pensaba que un celta podía ser igual de romano que él mismo. Era un pensamiento completamente revolucionario que le enfrentó a muerte con la casta oligárquica optimate, fundamentada en la pureza racial romana. Lo curioso de todo esto es que César, el aristócrata con más rancio abolengo de toda Roma, defendiera la integración y Catón, el descendiente de esclavos extranjeros; Pompeyo, el descendiente de celtas de Picenum o Cicerón, el descendiente de arpinenses, defendieran la segregación. Lo cual vuelve a demostrar ese viejo y sabio refrán castellano: "No hay peor inquisidor que el hereje converso".
Octavio, que en realidad era un miembro del orden ecuestre fascinado por la aureola optimate, no continuó las reformas políticas de César y prefirió construirse un Senado a su medida tras participar en el asesinato de decenas de senadores. Las cruciales reformas que César comenzaba a organizar fueron dejadas de lado.
Políticamente, el régimen de Augusto es un pastiche, entre el proyecto de César de la unificación de los poderes militares en una sola persona y la parodia de la restauración republicana. Con Octavio, el poder del Senado fue reducido a la nada, manteniendo las formas, pero con un Senado purgado a espada que se atropellaba por conceder al nuevo amo poderes y honores que hubieran hecho palidecer de vergüenza a César. La diferencia entre la escena de las Lupercales, con un ebrio Marco Antonio ofreciendo una corona a César y éste respondiendo aquello de "Llevádsela a Júpiter" y el número teatral en el que Octavio se echa a llorar implorando a los senadores que "le liberen del peso del poder", es la diferencia que hay entre un César que ha dicho lo que pretende y eso es lo que quiere y un Octavio que no quiere que nadie sepa lo que quiere, aunque ya lo tenga. Vayamos a asuntos más concretos, si cabe. La misma raíz del régimen de Octavio hubiera repugnado a César. Éste, jamás tomó ningún tipo de represalia contra sus enemigos, a pesar de haber ganado una guerra civil. Ni tampoco censuró las obras de Catulo, que le insultaba. César jamás utilizó su poder para oprimir la libertad de nadie. Octavio comenzó su camino al poder asesinando a más de 3.000 personas. Prácticamente todo el Senado fue pasado a cuchillo, pero sus "palmeros" no hacen más que repetir que Octavio fue un hombre clemente... El régimen de Octavio no fue el régimen que César tenía en la cabeza, ni mucho menos, pero fue el que se construyó Octavio, y eso es algo que hay que diferenciar en honor a la Verdad.
El programa de creación de colonias de César fue retomado por Augusto, y al final se demostró que era, tal y como César había vaticinado, la piedra angular de la romanización del Imperio. Pero Octavio no compartía ese fin intelectual de César sobre el Imperio Universal, ya que para Octavio fue tan sólo el medio para aparcar a los veteranos de su ejército tras las guerras civiles. César presentó un proyecto de ley al Senado para ampliar la concesión de la ciudadanía romana a partir de las ciudades romanizadas, y de hecho, las colonias debían servir para ampliar esa marea romanizadora de unificación cultural. Pero ese proyecto fue abandonado por Augusto quien hizo todo lo contrario: restringir la concesión de la nacionalidad romana proyectada por César, y aún así, hay que admitir que desde luego fue mejor solución que la que la oligarquía optimate propugnaba, todo hay que decirlo.
Octavio fue un gran reformador, reconstruyó el estado romano adecuándolo a las necesidades concretas, y tuvo éxito, ya que era un hombre de gran inteligencia, un perfecto burócrata para emprender esas reformas que algunos indocumentados pretenden que eran las de César. Nada más falso. Octavio no siguió el programa de reformas propugnado por César, Octavio siguió su propio camino, una especie de "tercera vía", a caballo entre algunas ideas de César y las suyas propias, con la que trató de contentar a unos y a otros. No se trata de hacer una crítica generalizada, ya que la mayor parte de esas reformas de Octavio se demostraron muy acertadas, y aquí nadie discute su capacidad como administrador, que se reveló de grandísima categoría. Lo que señalo es simplemente que Octavio no siguió el programa de César. Tenía los mismos enemigos que su tío-abuelo, pero lo que hizo fue crearse una nueva clase oligárquica a su medida. Los optimates que vivieron bajo su principado no eran sino meros comparsas, actores pagados que cumplieron muy bien su papel de celosos republicanos, siempre prestos al halago y al aplauso. Y Octavio era perfectamente consciente de que en realidad lo que había montado era la farsa más grande de toda la Historia. Por eso cuando se sintió morir dijo aquello de "si creéis que he cumplido bien mi papel, aplaudidme". Pues si, lo hizo muy bien, realmente muy bien, aunque Tiberio tuvo que cargar con la primera rebelión de estos oligarcas que, muerto Octavio, pensaron que había llegado el momento de "recuperar las libertades"... es decir, de volver a mandar ellos, porque de las verdaderas libertades, de ésas, nadie se preocupaba en Roma desde hacía mucho tiempo.
LO IMPORTANTE NO ES LO QUE UNO MIRA, LO IMPORTANTE ES LO QUE UNO VE, O MEJOR AÚN, LO QUE INTERPRETA QUE VE

Cambios en la estrategia de la defensa del Imperio
Cayo Julio César es el más grande soldado de la historia de Roma y, a mi parecer y al de muchos otros, el más grande soldado de toda la Historia de la Humanidad, al menos en ese podium en el que él y Alejandro Magno contemplan a todos los demás. Octavio, como soldado fue un fracaso completo, siempre que comenzaba una campaña le llegaban las fiebres. Nadie puede imaginárselo haciendo las cabalgadas épicas de César ni lazándose como él a la lucha espada en mano. En Filipos y Accio estuvo enfermo, y en uno y otro caso fueron otros los que le dieron la victoria. La situación en España le obligó a venir personalmente y se pasó la campaña cántabra encerrado en su tienda con jaquecas, colitis, fiebres, alergias y demás enfermedades. Evidentemente esto no lo cuentan sus apologetas, para los que Augusto era la encarnación de Marte, pero entre lo que se les escapa y lo que conocemos tenemos un perfil que, aunque incompleto, no deja en buen lugar a este "nuevo Marte".
Pero es que tampoco hay que ser Marte para ser un buen estratega. Los tiempos de un César lanzándose al combate a defender su causa a espadazos ya habían pasado. Octavio fue un gran emperador, en el sentido militar del término, creó un ejército completamente profesionalizado y tuvo el buen sentido de crear también unidades auxiliares que sirvieran bajo el mismo presupuesto táctico que las legiones romanas, un mérito que es suyo y nadie puede discutirle. César tenía una idea clara: Roma debía defenderse allí donde estuvieran sus enemigos. Si los enemigos estaban en Germania él cruzaba el Rin. Así de claro. Y así de claro lo tuvo cuando diseñó la famosa campaña parta, donde el ataque a partia no era más que un pretexto para sojuzgar Germania, de donde César sabía que le vendrían todos los males a Roma... como así fue, en efecto. La estrategia de César era una estrategia activa basada en la defensa agresiva, que era lo que había salvado a Roma de los cimbrios, teutones, helvecios, y de los germanos de Ariovisto. No había que esperar de brazos cruzados a que el enemigo llegara ante Roma, si no que había que ir a buscarle a su misma casa. Y esta estrategia posibilitó las grandes victorias de César, creando el colchón protector de la provincia gala frente a la amenaza germana.
Pero Octavio no era un soldado, odiaba las campañas y sólo se sentía a gusto en su casa del Palatino en Roma, así que veía los asuntos militares como una molestia, una interrupción de su metódica y rutinaria vida de burócrata. Sus biógrafos nos cuentan dos detalles muy interesantes: que César le obligó a comenzar los ejercicios militares y que en cuanto se hizo con el poder los abandonó. A partir de entonces, los únicos ejercicios que hizo Octavio fueron los burocráticos. Por ello, tras la campaña de Cantabria, que tuvo que abandonar aquejado de colitis y agotamiento, no volvió a tomar parte en ninguna otra, dejando la guerra a sus generales, generales que fueron la mejor generación de soldados que Roma tendría en siglos, con Agripa, Tiberio, Druso, Germánico, etc. Sus biógrafos tienen un interés machacón en presentarnos a Octavio como un gran general participando en la conquista de las tierras fronterizas alpinas o de las márgenes del Danubio, pero lo cierto es que él no apareció por allí salvo para dejarse ver. Nunca fue un soldado, pero tuvo la inmensa suerte de poder contar con esa magnífica generación de generales que combatieron por él. Con esos hombres, Octavio podía haber continuado los planes de César, pero prefirió atrincherarse. La campaña de conquista de Germania, llevada a cabo sólo por la presión del ejército y la opinión pública, llevó hasta el Elba las águilas de Roma, pero cuando ya todo estaba ganado, el desastre de Teutoburgo le dio a Octavio la oportunidad de abandonar aquella guerra y encerrarse tras una frontera fortificada, el famoso limes, a esperar.
César supo ver la amenaza que Germania representaba para Roma, pero Octavio no, porque carecía de esa visión estratégica de su tío-abuelo. La organización del Imperio Romano fue excelente desde el punto de vista administrativo, para eso Octavio estaba especialmente dotado, pero la traición a la idea estratégica de César por comodidad personal tuvo malas consecuencias para Roma, ya que Germania fue un foco de problemas hasta el final, pero Octavio prefirió su comodidad personal.
De todo esto sacamos una idea: una cosa es el programa de César y otra muy distinta lo que hizo Octavio. Y esa diferencia debe permanecer clara, a pesar de la manipulación histórica que ha pretendido fusionar ambas.



El personaje
Augusto. Octavio
Nacionalidad: Roma24-9-63 a.C. - Nola (Campania) 15-3-14 Emperador 43 a.C. - 15-3-14
Al acceder al poder Augusto encontró a Roma sumida en el más absoluto caos. Cuando falleció, el Estado había sido pacificado y organizado. Con esta frase podemos resumir los más de 50 años que Octavio pasó al frente del gobierno romano, iniciándose en estos momentos el período conocido como Imperio. No en balde, posiblemente la obra arquitectónica más importante que se levantó durante su gobierno es el Ara Pacis, el Altar de la Paz cuyos espléndidos relieves aún hoy podemos contemplar en las cercanías del Tíber.
Octavio Augusto nace el 24 de septiembre del año 63 a.C. en el seno de una familia burguesa procedente de Veletri, en el Lazio. Su padre se llamaba Cayo Octavio y había sido durante un tiempo gobernador de Macedonia. Su carrera política estuvo determinada por su matrimonio con Atia, una sobrina de César. Cuando Cayo Octavio iba alcanzar el consulado, falleció (58 a.C.) De ese matrimonio, posiblemente de conveniencia como todos entre los miembros de la élite romana, habían nacido dos hijos: Octavia y Cayo Octavio, más conocido posteriormente como Augusto. La muerte del pater provocó que Turino -nombre de Augusto en estos momentos gracias al éxito alcanzado por su padre en una campaña contra una rebelión de esclavos en la zona de Turio- quedara bajo la tutela de Lucio Marcio Filipo, segundo esposo de su madre, quien impuso una férrea disciplina a la educación del joven. Pero el personaje con más ascendente en la política romana de esos años no tardó en granjearse la amistad del joven. En el año 45 a.C. Julio César adopta a Octavio quien, desde ese momento, se llamará Cayo Julio César Octaviano. Ese mismo año acompañó al dictador a las campañas militares en España, donde tomó un claro partido durante la guerra civil. Octaviano fue enviado al Épiro por César para detener a los partos. En este lugar recibió la noticia que provocaría su abierta participación en política: el asesinato de su padre adoptivo (15 de marzo del año 44 a.C.). Ante el dramático panorama que se ceñía sobre Roma, Antonio, como lugarteniente de César, se hizo cargo de la situación. Con cierto apoyo del Senado, la alianza de Lépido - que controlaba la caballería- y buena parte de la plebe, Antonio consiguió controlar parcialmente los resortes del poder. Pero Octaviano decidió regresar a Roma para recibir la herencia del dictador y convertirse en su vengador. En mayo llegó a la ciudad no sólo para recoger las riquezas del difunto César sino para abrirse paso en la complicada y tensa tela de araña de la política romana. Sus primeros pasos fueron encaminados a poner de manifiesto el carácter divino de su padre adoptivo, viéndose favorecido por la aparición de un cometa en unos Juegos. Este prodigio fue considerado por la muchedumbre como una clara y evidente señal. Octaviano había conseguido su primer triunfo ante sus más directos rivales precisamente cuando Antonio pasaba por sus momentos más bajos entre los partidarios de César. Antonio se alejó de los asesinos -Bruto y Casio eran enviados a Creta y Cirene como gobernadores - y se dispuso a realizar una maniobra de acercamiento a Octaviano. Pero el heredero de César cometió un grave error: reclutó a los veteranos y marchó sobre Roma para alzarse con el poder (10 de noviembre), quizá con la esperanza de contar con el apoyo de los partidarios de César. El enfrentamiento entre sus tropas y las de Antonio no llegó a producirse por la negativa de los soldados a combatir. Octaviano tuvo que huir al norte, atrincherándose en Arezzo donde esperó la llegada de Antonio. Dos de las legiones de éste desertaron a favor de Octaviano y Antonio decidió marchar sobre la Galia Cisalpina para luchar contra Décimo Bruto.
En enero de 43 a.C. el Senado daba un vuelco a la situación gracias a Cicerón. Los ejércitos de Octaviano y Décimo eran considerados legales mientras Antonio debía deponer sus armas. Antonio se negó y el Senado se dispuso a hacer frente al rebelde. En abril Antonio sufría dos contundentes derrotas pero los generales Hircio y Parsa, enviados por el Senado para luchar contra el rebelde, murieron en combate. Con Antonio exiliado en la Narbonense y los dos generales muertos, Octaviano parecía convertirse en el nuevo dueño de la situación.
Sin embargo, las cosas cambiaron cuando las provincias occidentales constituyeron un sólido bloque dirigido por hombres cercanos al difunto César. Octaviano quedaba encuadrado entre los republicanos al haber participado claramente como miembro del Senado contra Antonio. El joven supo manejar sus cartas y realizó una maniobra difícil de prever: se dirigió con sus tropas a Roma para reclamar el consulado. El Senado envió contra él tres legiones que se pusieron de su lado sin combatir. Octaviano accedía al consulado de la mano del ejército y del pueblo romano. Corría el 19 de agosto de 43 a.C. y Octavio se presentaba como representante de la legalidad frente a los rebeldes de Occidente y los asesinos de César que gobernaban en Oriente.
En las cercanías de Bolonia se establecía el Segundo Triunvirato entre Octavio, Lépido y Antonio. Su objetivo era el restablecimiento de la autoridad estatal, iniciándose un período de persecución contra los republicanos. Numerosos senadores y caballeros fueron condenados a muerte sin juicio previo; los supervivientes tuvieron que huir o esconderse. Se llegaron a ofrecer 25.000 dracmas por las cabezas de los que huían. La guerra civil era inminente pero Octaviano había jurado solemnemente vengar a los asesinos de su padre y ahora se le proporcionaba la ansiada oportunidad. Republicanos y cesaristas se vieron las caras en la batalla de Filipos (23 de octubre de 42 a.C.). La victoria parecía sonreír en un principio a los republicanos ya que la formación de Octaviano fue rota por el empuje de Bruto. Pero Casio, erróneamente, creyó que todo estaba perdido al verse atacado por Antonio, optando por el suicidio. Bruto huyó y dos semanas más tarde lo intentó de nuevo pero la victoria sonrió a Octaviano y Antonio. Viendo todo perdido, Bruto corrió la misma suerte que su amigo Casio. Los dos eventuales aliados se repartieron el botín: Antonio partía para Oriente con el objetivo de conquistar el Asia interior y Octaviano se dirigía a Roma para gobernar Italia. Filipos había supuesto un golpe definitivo contra la República y la aristocracia, cuyos más insignes miembros murieron en el combate o en los numerosos suicidios que siguieron a la derrota.
La labor desempeñada por Octaviano en Roma no era muy grata ya que la inflación y el paro subían al tiempo que Sexto Pompeyo amenazaba con rebelarse en Hispania, lo que motivó el bloqueo de los aprovisionamientos. A esto debemos añadir el amplio reparto de tierras entre los veteranos de las legiones, medida que no satisfizo a los campesinos italianos que tuvieron que ceder buena parte de sus tierras a los militares licenciados. La tensión es aprovechada por Lucio Antonio -hermano de Antonio que era animado a la revuelta por su cuñada, Fulvia- para sublevar a los habitantes de la región de Perusa mientras Asinio Polión ocupa la Galia Cisalpina por orden de Antonio. Octaviano está contra las cuerdas pero reacciona y, gracias a su buen amigo Agripa, asedia la ciudad de Perusia que acaba siendo tomada y saqueada en los primeros días del año 40 a.C. Antonio quiso reaccionar e intentó penetrar en Italia al frente de un ejército pero se le prohibió el acceso en Brindisi. Los italianos estaban hartos de guerra por lo que se imponía la paz. Mecenas y Polión, representando a Octavio y Antonio respectivamente, firmaban un tratado en el que se repartían el mundo conocido: Octavio recibía la zona occidental, Antonio la oriental y Lépido se debía de contentar con África. El pacto de Brindisi se refrendaba con el matrimonio entre Antonio y la hermana de Octavio, Octavia.
Esta alianza parecía traer a Italia la tan ansiada paz pero pronto se vio alterada por el ataque de Octavio a Sexto Pompeyo, dueño del mar y promotor del boicot a la entrada de grano en Italia. La maniobra acabó en desastre para Octavio que tuvo que recurrir a la solicitud de ayuda de Antonio, firmándose un nuevo pacto entre ambos en Tarento (38 a.C.) por el que se prorrogó el triunvirato durante cinco años. La ayuda de Antonio se manifestó en 120 barcos con los que Agripa se dispuso a acabar con Sexto Pompeyo, invadiendo sus bases de Sicilia. La victoria sonreía de nuevo a Octavio (Nauloco, 3 de septiembre de 36 a.C.) y el grano volvía a fluir en Roma.
Paulatinamente, la estrella de Octavio inicia un vertiginoso ascenso apoyado por su política de reparto de tierras entre los soldados licenciados (ahora fuera de Italia para evitar tensiones con los campesinos) y su importante programa de obras públicas en Roma, diseñado por Agripa y en el que encontramos la construcción de acueductos, fuentes y el saneamiento de la Cloaca Máxima. Italia entera le prestaba juramento y le reclamaba como jefe, según reza en su testamento.
El año 33 a.C. finalizaba el triunvirato y los dos cónsules elegidos eran partidarios de Antonio. Octavio no se dejó amilanar y, acompañado de una escolta armada, entró en la sala de reuniones y expulsó a los cónsules, nombrando a otros de probada fidelidad. Los cónsules expulsados y más de 300 senadores se dirigieron a Antonio para solicitar su apoyo ante el acto de agravio provocado por Octavio, ahora más asentado todavía en el poder. Cuando finalizaba el año 32 a.C. Octavio declaraba la guerra a Cleopatra. Esta maniobra suponía el enfrentamiento con Antonio que se produjo al año siguiente. La victoria conseguida sobre Antonio en Accio (2 de septiembre de 31 a.C) permitirá a Octavio hacerse con el poder definitivo en Roma. Antonio siguió a su amada Cleopatra a Egipto mientras Octavio desembarcaba en Grecia para poner paz en la zona, regresando de nuevo a Italia para sofocar una revuelta. Al año siguiente se dirigió a Asia para cortar los lazos que aún podía mantener Antonio. En agosto del año 29 a.C. llegó triunfante al país del Nilo. Tomada Alejandría, Octavio sólo pudo ver el cadáver de su enemigo ya que Antonio se suicidó al llegar a sus oídos la falsa noticia del suicidio de Cleopatra. La reina de la singular nariz no aguantó las amenazas de Octavio -quería que paseara su belleza por Roma como miembro de su cortejo triunfal- y puso fin a su vida. El rastro de sangre no acabó aquí ya que Cesarióny el hijo mayor de Antonio y Fulvia fueron asesinados, mientras que los hijos nacidos de la relación con Cleopatra fueron enviados a su viuda, Octavia.


Tras la restauración de la paz, Octavio entrega el poder al Pueblo y el Senado romanos, planteándose la retirada de la vida política. Este acto formaba parte de una estrategia premeditada pero los senadores no podían renunciar al abandono del artífice de la creación del nuevo Imperio. Por eso, el 16 de enero de 27 a.C. recibe del Senado el nombre de "Augustus", una nueva denominación oficial que recogía la grandeza de sus actos. Incluso se propuso llamarle Rómulo, como el fundador de la ciudad, pero sus amigos le advirtieron del peligro de denominarse como un rey. Y es que precisamente Augusto no quería repetir los errores de su padre adoptivo y presentarse ante la opinión pública como un dictador o un monarca. El nombre de Augusto tenía buenos augurios ya que se designaba así a aquellos lugares consagrados que habían sido elegidos por los augures. Desde ese momento empezaba una nueva época en la que Augusto concentraba en sus manos la autoridad pero conservando la apariencia de la libertad republicana. Como procónsul y cónsul tenía a su cargo la política exterior y la administración estatal, la autoridad sobre los demás magistrados y la convocatoria del Senado donde había alcanzado el título de "princeps senatus", la figura de mayor jerarquía en la institución. Su autonombramiento como "imperator" le situaba como jefe supremo de las legiones. Sin embargo, la tradicional constitución romana no fue suprimida ni transformada por lo que su "dictadura" estaba cargada de legalidad. Este período se denomina el principado de Augusto.
Octavio se rodeó de un pequeño grupo de colaboradores que ejercían la función de gabinete ministerial. Su labor será crucial para el desarrollo que se vivirá en este momento. Agripa será el organizador y promotor de las reformas urbanísticas que se realizaron en Roma. Mecenas despuntará como promotor cultural y excelente financiero mientras que entre los generales pronto empezó a despuntar Tiberio, hijastro de Octavio. También escogió a veinte senadores entre los aristócratas para formar una especie de Consejo Asesor y evitar de esta manera la repulsa de la élite social romana. Una de sus primeras medidas de gobierno será la devolución al Senado de la gestión de las provincias que formaban el Imperio, excepto Hispania, Galia y Siria que quedaban bajo su jurisdicción. Las continuas sublevaciones que se producían en estos territorios serían la justificación por las que mantuvo estas provincias bajo su mando. El año 20 a.C. el rey parto Fraates entregaba las insignias conquistadas a las tropas de Craso, lo que suponía una especie de tratado de paz al tiempo que se instalaban dos reyes vasallos en las fronteras de Asia para asegurarse los envites partos, estableciendo la frontera común en el Éufrates. La zona de Judea se convertiría en provincia (año 6 d.C.) tras la muerte de Herodes. En la Galia, la ciudad de Lugdunum fue designada como la capital federal una vez pacificadas las regiones de la Cisalpina y la Narbonense. En este ámbito de conflicto en las provincias se produjo su llegada a tierras hispanas para sofocar las revueltas cántabras, fundando Cesar Augusta, la actual Zaragoza, y Emérita Augusta, la actual Mérida.
En el año 24 a.C. regresa Octavio a Roma debido a un agravamiento de su enfermedad. Los opositores aprovechan su oportunidad para mover sus piezas aunque algunos no tengan muchas opciones como el cónsul Terencio Varrón, condenado a muerte por traición. Augusto deja temporalmente el poder en manos de Agripa y el cónsul Calpurnio Pisón. Su muerte parece inminente pero de manera milagrosa sobrevive gracias a la receta de un médico griego. Este año 23 a.C. realiza una nueva reforma administrativa al renunciar a su nombramiento anual como cónsul para ocupar el tribunado con el que conseguía el derecho de veto sobre los demás magistrados. La vida personal de Octavio tampoco está exenta de ajetreo. Su salud fue siempre muy frágil, estando afectado de eccema, colitis y bronquitis, enfermedades que se fueron enconando con el tiempo para convertirse en crónicas y motivar que siempre tuviera que ir acompañado de un médico, al tiempo que sentía pánico por las corrientes de aire. Apenas bebía y comía frugalmente, siendo muy austero en sus costumbres. Vivía en una pequeña habitación del palacio de Hortensio en la que no existían lujos. En sus matrimonios tampoco fue muy dichoso. Como muestra del buen entendimiento entre Octavio y Antonio se le impuso el matrimonio con Claudia, la hijastra de su aliado, aunque el enlace no se llegó a consumar. En el año 40 a.C. se casa con Escribonia, viuda ya en dos ocasiones, madre de Julia, su hija favorita a pesar de ser considerada la "viuda alegre" de Roma. Pronto se divorció para volver a contraer matrimonio con Livia Drusila. Livia estaba felizmente casada con Tiberio Claudio Nerón y de este matrimonio nacieron dos hijos: Druso y Tiberio. Pero Octavio se enamoró de ella - a pesar de estar embarazada de cinco meses- y convenció a su esposo para que se divorciara y poder matrimoniar con la bella Livia. Tampoco hubo descendencia para Octavio de esta relación.
Los últimos años de la vida de Octavio estarán determinados por la búsqueda de un sucesor. Los herederos con mayores posibilidades eran sus nietos Gayo y Lucio César, hijos de Julia y Agripa. Pero estos jóvenes fallecen entre el año 2 y 4 de nuestra era. Octavio no tiene más remedio que delegar su sucesión en su hijo adoptivo Tiberio. Para evitar que la familia Julia se alejara del poder, obligó a Tiberio a adoptar a Germánico, nieto de Octavia por su madre.
Durante el gobierno de Augusto Roma va a vivir un extraordinario florecimiento cultural, artístico y literario que a veces roza la propaganda. Uno de sus principales promotores será Mecenas -no en balde, con este nombre se designan a los personajes que favorecen el desarrollo artístico- quien supo atraerse la amistad de los poetas Virgilio, Horacio o Quintilio, entre otros. También conviene destacar la fiebre arquitectónica que se vivió especialmente en Roma, con la restauración y la edificación de un amplio número de templos, basílicas, pórticos, un nuevo foro - Forum Augusti- para la capital imperial o el famoso teatro Marcelo que todavía hoy se contempla en parte.
El envejecimiento acentuó el mal carácter de Augusto, que veía como las gripes y la colitis se hacían sus inseparables compañeras. Se volvió más suspicaz e incluso aumentó su crueldad, viendo por todos sitios inexistentes complots. Precisamente para salvaguardarse de ellos creó la guardia pretoriana. Las noticias que llegaban del Elba no eran muy alentadoras. Varo había sido exterminado con tres legiones por Arminio y la frontera que Druso había establecido en el Elba tuvo que ser restituida en el Rin. Sus reformas de las costumbres no habían surtido efecto como se puso de manifiesto con la inmoral actitud de su nieta, también llamada Julia como su madre a la que sucedió en escándalos. Tuvo que confinarla lo que afectó tremendamente a su delicada salud, pensando en morir de hambre. No resistió mucho más y falleció en las cercanías de Nola, en la Campania, el 15 de marzo del año 14, a los 77 años de edad, después de una bronquitis. Su cadáver fue portado por toda Roma a hombros de los senadores siendo quemado en el Campo de Marte.
Tras su muerte vendría su divinización por el pueblo.

¿Cuales fueron las medidas?
Augusto consideró que la organización y ordenación administrativa de los territorios gobernados era una tarea superior a la conquista militar. Esto lo refleja en su famosa frase: "Alejandro no habría considerado que poner orden al Imperio que había ganado era una tarea más encomiable y grandiosa que ganarlo". Durante los más de 40 años que gobernó se enfocó en aumentar el nivel cultural de Roma y en devolverle la moral y las buenas costumbres a su pueblo, "la antigua usanza", el cual estaba hundido en comportamientos innobles y poca moral. Su amplia política de construcción y de impulso económico le dieron un respiro a la población, sobretodo a la agricultura, la cual, junto con la economía en su conjunto, se encontraba estancada desde hacía décadas. Su prudente gobierno impulsado por su dote de estadista e innata habilidad política dieron como resultado una era de prosperidad sin precedentes conocida como la Pax Romana.
Augusto puso un notable énfasis en la administración del estado y para esto reestructuraría, dándole en definitiva un nuevo sentido, a varías instituciones republicanas que consideraba obsoletas. Ciertamente no podía destruir la antigua aristocracia, ya que las instituciones republicanas todavía habitaban profundamente en el corazón los ciudadanos, por esto mantuvo al Senado y al orden senatorial aunque gradualmente lo iría modificando a su parecer eliminando la reinante burocracia que lo constituía. Estas son algunas de las más importantes.

Cambios en el Senado y las oficinas Republicanas
En su política logró construir un edificio de gobierno práctico para enfrentar las nuevas exigencias que requería un Imperio tan amplio. Sin embargo, a pesar de estas modificaciones Augusto trató de conservar cuanto pudo las antiguas instituciones republicanas, o al menos pretendió hacerlo, y junto con ellas a los cargos individuales que la caracterizaban -Cónsules, Pretores, Tribunos, etc-. De estas instituciones y cargos renovó en gran medida sus funciones, transformando al Senado de un órgano ejecutivo a uno administrativo, y adaptándolas además a la coexistencia de ejercer bajo la tutela del Princeps. Podemos definir esta coexistencia, en si, como el conjugar de la antigua Monarquía con las magistraturas republicanas. Siendo, de aquí en más, esta relacion entre Princeps y senadores la que constituiría el funcionamiento del Estado Romano. El tiempo la probaría benefica ya que logra otorgar una solidez administrativa nunca antes vista al Imperio.
Con los poderes que adquirió como Tribuno y Censor procuró tener control sobre el Senado, depurando a los miembros que le resultasen incómodos. Una principal herramienta de este mencionado control se basaba en el sistema de calificaciones impuesto, que permitía, o no, el ingreso a este cuerpo.
Augusto concentraba los poderes republicanos en una persona, lo que literalmente lo convertía en un Monarca, salvo que esta Monarquía encubierta tenía una persona legal totalmente justificada bajo las costumbres republicanas. Lo que, e impulsado por sus partidarios, lo hacía verse como una autoridad legal y no como a un Rey o a un Dictador. Gradualmente, al igual que los Senadores, los Cónsules dejan de ser la cabeza de gobierno y pasaron a ser entes administrativos. De esta manera el estado contaría con el servicio de hombres de primer orden que no hacían peligrar la autoridad del monarca.

El gobierno de las provincias
Más allá de los cambios que mencionamos el senado continuó siendo el cuerpo principal de magistrados. Entre las nuevas funciones de este se acrecentaron sus funciones legislativas. El Senatus Consulta pasó a ser un tribunal supremo con funciones judiciales. Más allá de tener el Imperium Maius, o sea un poder proconsular de mayor peso que el de los Procónsule, Augusto prefirió mantener una buena relación dichos gobernadores. Si bien presentó este respeto, las provincias fueron divididas en dos tipos. Las Senatoriales confiadas a un gobernador sin mando militar quien era nombrado por el Senado; y las Imperiales que eran gobernadas por un legado del gobernador.
De hecho Augusto devolvería al gobierno gran cantidad de provincias que anteriormente, durante el Triunvirato y la Guerra Civil, habían quedado bajo su mando. Solamente se quedaría para si el mando de Hispania, la Galia y Siria.

El Concilium Principis
Otras adiciones importantes fueron algunas como la del Concilium Principis. Augusto nunca se presentó a discutir temas con el Senado sin antes estar preparado para esto, uno de los mayores recursos de los que se valió fue de un comité senatorial restringido que le servía a manera de asesores. Al unirse con los Amici Principis, se da el Concilium Principis la cual era una institución totalmente imperial. Además de éstos casi 20 Senadores consejeros, lograría reunirse de un pequeño grupo de colaboradores que no eran ni más ni menos que un orden ministerial de primer nivel. Como, por ejemplo, Agripa que promovería las reformas urbanísticas impulsando un desarrollo sin precedentes solo rivalizado por el gobierno de César; o Mecenas quien sería un promotor cultural tan importante apadrinando escritores, escultores y demás artistas que su nombre quedaría inmortalizado en la historia como benefactor del arte y la cultura.

Los Ecuestres
Para contrarrestar el poder de la antigua aristocracia Augusto impulsa un segundo orden aristocrático, el Orden Ecuestre, los cuales estaban menos ligados a la tradición y más a su persona. Estos hombres Además de ocupar puestos en el Concilium Principis también llevarían misiones muy delicadas, como el comando de la guarnición de Roma, Praefectus Praetorio, el manejo de la provincia de Egipto, Praefectus Aegipti. Entre sus tareas también estarían las financieras, de su propio patrimonio y del patrimonio estatal. Esta nueva aristocracia era en base al mérito, un ecuestre llegaba a serlo primero habiendo pasado por los mandos inferiores y duros del ejército, como los Auxiliares.
Suetonio cuenta:
Después de arreglar en Roma las cosas de este modo pobló a Italia con veintiocho colonias nuevas y contribuyó de muchas maneras a su esplendor por medio de trabajos y rentas públicas; la hizo igual en cierta manera a Roma en derechos y dignidad, pues estableció en ella un género de sufragio que los decuriones de las colonias se encargaban de recoger en cada una de ellas para la elección de los magistrados de la capital, y que enviaban cerrados para los días de los comicios. Con el fin de alentar por todas partes en las familias el honor y la propagación, admitía en el orden de caballeros a aquellos cuya petición venía recomendada por su ciudad, y cuando revistaba las secciones premiaba a aquellos plebeyos que habían tenido hijos de uno y otro sexo, con mil sestercios a cada uno.


El Arapacis, este altar fue construido en el año 9 a.C. celebrando la victoria sobre Hispania y la Galia. Es símbolo de la Pax Augusta y
prosperidad del Imperio Romano en aquel tiempo.

En lo referente al campo militar Augusto realizó cambios radicales en el ejército, uno de los más amplios fue crear el primer ejército y marina profesional de Roma, es decir, un ejército permanente que se encargaría de la protección del Imperio. Su gobierno no se caracterizó por campañas prolongadas, sino por pequeñas campañas de ajuste territorial y de manejo político, esto posiblemente se daba ya que Augusto nunca fue un estratega supremo como su padre adoptivo Julio César y constantemente debía relegar el mando militar en generales de confianza.
Ejército
Este estaría compuesto por una infantería pesada de 25 legiones de 5500 hombres cada una, integradas por ciudadanos romanos en su totalidad; más cuerpos auxiliares, cohortes de infantería ligera y alas de caballería compuestas por no romanos, es decir por peregrini. El profesionalismo y la experiencia de estos ejércitos se pudo mantener con largos servicios de voluntarios que una vez comprometidos a servir a Roma firmaban un compromiso de vigencia, cuyo tiempo de duración dependía del arma, 16 años para los pretorianos y 20 para las legiones y cohortes urbanas. El soldado cobraba una soldada anual y un subsidio de jubilación -que podía ser en tierra o dinero- para así asegurar su vejez. El soldado que se encontraba en servicio vivía acuartelado y no podía formar una familia -aunque más adelante podrían hacerlo "extraoficialmente"-. Augusto se aseguró, al menos simbólicamente, la lealtad de estos hombres haciéndoles jurar obediencia solo al Emperador. Fue de vital importancia en su política asegurarse el manejo total del ejército, de hecho se ocupaba de detalles tan mínimos como hasta de escoger personalmente ciertos centuriones. Ya que Augusto no podía personalmente enviar a sus tropas al campo de batalla se aseguró de escoger de entre los senadores de alto rango tres de éstos que le sean de confianza, a quienes utilizaría como sus generales. Estos senadores, que a su vez servirían de legados, los cuales eran los encargados de ordenar en nombre del Emperador, y se ubicaban en las provincias donde las tropas estarían acantonadas.
Otra gran reforma que vio el ejército de la mano de Augusto fue su emplazamiento. Para evitar que estas tropas interfirieran en la política interior de Roma, como frecuentemente habían visto ocurrir líderes anteriores, la solución de Augusto fue simple y eficiente, emplazando las legiones en las fronteras conflictivas. Pero Augusto no podía arriesgar su poder a grupos armados, por lo que mantuvo 3 cohortes en la ciudad de Roma y 6 en las proximidades bajo su mando. De estas cohortes nacería la Guardia Pretoriana, encargada de resguardar al Emperador. Para proteger la ciudad del crimen instituyó las cohortes vigili, un equivalente a nuestras fuerzas policiacas actuales.
Con respecto a la disciplina de sus hombres fue severo y dio un gran hincapié en el mantenimiento del orden y la subordinación de sus tropas.

Suetonio escribe:
Cambió muchas cosas y muchas otras estableció en la organización militar, poniendo en vigor otras relegadas ya de tiempo al olvido. Mantuvo con severidad la disciplina, y sólo permitió a sus legados que fuesen a ver a sus esposas en los meses de invierno, y aun esto con gran dificultad. A un caballero romano, por haber amputado el dedo pulgar a sus dos hijos para librarlos del servicio militar, hízolo vender en subasta con todos sus bienes; pero viendo que se apresuraban a comprarlo los asentistas públicos, lo hizo adjudicar a un liberto suyo, que tenía orden de llevarlo a los campos y dejarle libre. Licenció ignominiosamente a toda la décima legión, que sólo obedecía murmurando; y a otras que con tono imperioso pedían la licencia se la concedió, aunque sin las recompensas prometidas a sus largos servicios. Si alguna legión retrocedía, la diezmaba, dándole sólo cebada por toda comida. Castigó con la muerte como a simples soldados a centuriones que abandonaron sus puestos. En cuanto a los otros delitos, los castigaba con diferentes penas infamantes, como permanecer en pie todo el día delante de la tienda del general, o bien salir con túnica y sin cinturón, llevando en la mano una medida agraria o un puñado de césped.

Marina
Luego de la decisiva batalla de Actium la base marítima de la flota quedó ubicada en el Forum Iulii, posteriormente se trasladaría a Miseno y Rávena. Para fortalecer regiones estratégicas claves, tanto en el suministro de granos, mercancías y de importancia geopolítica como son el Mediterráneo y las zonas amenazadas por los germanos. Augusto emplazaría una escuadra en Alejandría para los primeros y otras en el Rhin y el Danubio para los últimos. La flota del mar Negro daría sus frutos al ejercer un papel central en la lucha contra los germanos.

EL IMPERIO A LA OFENSIVA
Expansión imperial (40 adC–117)xpansión imperial (40 adC–117)

Bajo emperadores sin el peligro de enemigos internos, como Augusto o Trajano, los militares consiguieron grandes aumentos territoriales tanto en el este como en el oeste. En el oeste, tras unas derrotas humillantes a manos de tribus de sicambros, tencterios y esipetos en 16 a.C.,[] los ejércitos romanos hicieron ofensivas hacia el norte y el oeste, fuera de Galia, para subyugar gran parte de Germania. La sublevación de Pannonia en 6, obligó a los romanos a cancelar su plan de cimentar su conquista de Germania invadiendo Bohemia, por el momento.[] A pesar de perder un gran ejército en la famosa derrota de Varo a manos del líder germánico Armiño en la Batalla del bosque de Teutoburgo en 9, Roma se recuperó y continuó su expansión más allá de los límites del mundo conocido. Los ejércitos romanos de Germánico hicieron varias campañas más contra las tribus germánicas de los marcomanos, queruscos, y marsos. Tras superar varios motines en los ejércitos a lo largo del Rin,[] Germánico venció a las tribus germanas de Arminio en una serie de batallas que culminaron en la Batalla del Río Weser,[] y prosiguió para invadir Britania.
Tras unas invasiones preliminares de pequeña escala en tiempos de César,[ los romanos invadieron Britania a la fuerza en 43, forzando su avance hacia el interior mediante diversas batallas contra las tribus británicas, incluyendo la Batalla del Medway, la Batalla del Támesis, la Batalla de Caer Caradock y la Batalla de Mona.
Tras un levantamiento generalizado en el que los británicos saquearon Camulodunum, Verulamium y Londinium, los romanos aplastaron la rebelión en la Batalla de Watling Street y continuaron su ofensiva hacia al norte llegando a alcanzar el centro de Escocia en la Batalla del Monte Graupio. Las tribus que había en la Escocia y el norte de Inglaterra actuales se sublevaron repetidamete contra el gobierno de Roma y se establecieron dos bases militares en Britania para protegerse de las sublevaciones y las incursiones desde el norte, desde las que las tropas romanas construyeron el Muro de Adriano.
En el continente, la extensión de las fronteras del Imperio más allá del Rin aguantaron durante un tiempo, con el emperador Calígula aparentemente empeñado en invadir Germania en 39, y Cneo Domicio Corbulo cruzando el Rin en 47, y marchando sobre el territorio de los frisios y los caucos antes de que su sucesor Claudio ordenara la suspensión de todos los ataques al otro lado del Rin, estableciendo lo que se convertiría en el límite permanente de la expansión del Imperio en esa dirección.

Trajano
Marcus Vlpius Traianus
Emperador de 98 a 117
Nació el 15-09-53 d.C. en Itálica / Bética (España)
Murió el 08-08-117 d.C. en Selinus / Cicilia (Turquía)
Emperador romano. Miembro de una familia de la pujante aristocracia de la Bética, desarrolló una brillante carrera militar a lo largo de los reinados de Domiciano y Nerva. En el año 97, Nerva lo adoptó y lo asoció a la sucesión imperial, con lo que se inició una costumbre que se mantendría durante la época de los Antoninos, por la cual, el emperador designaba un sucesor, a quien adoptaba, entre los aspirantes más cualificados.
La figura de Trajano fue considerada por la historiografía romana como la del Optimus Princeps, y su actitud de respeto por el Senado y por la tradición, así como su eficaz gestión de gobierno, le valieron la admiración de sus contemporáneos. Mejoró la Administración imperial, realizó numerosas obras públicas y, consciente del declinar demográfico del imperio, instauró diversas iniciativas tendentes a paliar sus efectos, protegiendo a las familias numerosas y a los huérfanos.
Sin embargo, es recordado, sobre todo, por sus campañas militares, que llevaron las fronteras del Imperio Romano hasta su punto de máxima expansión. Tras dos intensas campañas, la primera entre el 101 y el 102 y la segunda entre el 105 y el 107, las legiones consiguieron quebrar la resistencia del reino dacio del rey Decébalo. Ocupada Dacia, que fue repoblada por colonos, Trajano llevó a cabo una importante reorganización del limes antes de pasar a la ofensiva contra el enemigo tradicional de Roma en Oriente, los partos.
Dacia
Localización de la provincia Dacia (en rojo) en el Imperio Romano

Anexionada en: 107
Emperador romano: Trajano
Capital: Sarmizegetusa
Fronteras (provincias): Moesia y Panonia (sur) Territorio incivilizado (resto)
Correspondencia actual: Rumanía
Dacia es una antigua región europea, cuyo territorio coincide con Rumanía y Moldavia, delimitada al norte por los Cárpatosy al sur por el Danubio. Los griegos los denominaron getas mientras que el nombre latino era el de dacios. Se supone que provenían de los tracios.
conquista romana
En el 87, Domiciano decidió enviar a su prefecto y jefe de la Guardia Pretoriana, llamado Cornelius Fuscus para castigar y conquistar a los dacios con cinco o cuatro legiones (entre éstas la LegioV Alavdæ), las cuales fueron emboscadas y derrotadas en Tapae (cerca de la actual Bucova). En tal combate pereció el mismo Fuscus. Fue tras esta victoria que Dirpanneus, transliterado como Dirpaneo (como hasta entonces le llamaban los romanos), trocó su nombre por el de Dekebal cuyo significado sería: "fuerte como diez (hombres)".
En el 88, Tettius Iulianus comandó otro ejército romano que fue nuevamente derrotado en la zona de Tapae; casi al mismo tiempo los germanos se rebelaron en la frontera del Renvs (Rin) y para frenarlos el Imperio Romano debió distraer fuerzas desde la Moesia, fuerzas que estaban hasta ese momento encargadas de reprimir a los dacios. Ante tal coyuntura los romanos se vieron forzados a comprar la paz a los dacios mediante el pago de importantes sumas de dinero en forma de tributo, incluso debieron los romanos enviar ingenieros y arquitectos para embellecer y fortalecer la capital de Dacia en Sarmizegetusa (tratado del año 89). La situación humillante para los romanos duró hasta que el hispánico Trajano accedió al título de emperador en el 98; éste inmediatamente dispuso una serie de muy bien concertadas campañas militares que expandieron al Imperio Romano hasta su máxima extensión.
El emperador Trajano la convirtió en una provincia romana tras las victorias obtenidas en las campañas conocidas como Guerras Dacias, que tuvieron lugar en el periodo comprendido entre (101-102) y (105-107).

Guerras Dacias
Durante el siglo I, la política romana respecto a los países vecinos y a las amenazas potenciales era que estas debían ser contenidas pronto. En época de Augusto, cuando los territorios al sur del Danubio fueron ocupados y convertidos en la provincia Mohecía, se firmaron varios tratados de alianza con el reino de los Dacios, tratados que fueron mantenidos por los siguientes emperadores y reyes de los dacios. A finales del siglo I, el ascensó al trono de un nuevo y dinámico rey de los dacios, llamado Decébalo, supuso un cambio en la situación, ya que este rey elaboró una política exterior agresiva, por lo que necesariamente debía chocar con Roma. Tras alguna derrota frente a Decébalo, en la que llegó a morir el Prefecto del Pretorio y a ser destruida la LegioXXI Rapax, Domiciano pactó una paz de compromiso que no consiguió que Decébalo dejara de ser enemigo romano, paz que incluía el pago de un subsidio a los dacios a cambio de paz, lo que fue interpretado en Roma como el pago de un tributo a un reino bárbaro y fue una de las causas del asesinato de Domiciano. A pesar de los compromisos a los que había llegado con los romanos, desde sus dominios se continuó acosando a las caravanas y flotas de comerciantes, llegando incluso a realizar actos de pillaje y saqueo de poblaciones fronterizas. Por todo esto, Dacia se veía desde el Imperio Romano como un enemigo potencial.
Además, en esa época, el Imperio romano estaba sufriendo grandes dificultades económicas, principalmente de las costosas campañas militares emprendidas por toda Europa. Los recursos naturales de Dacia, en particular su oro, incitaron probablemente en parte el conflicto.

La primera guerra
Tras conseguir el consentimiento del Senado Romano, en el año 101, Trajano estaba listo para avanzar sobre Dacia, campaña que le llevaría a integrar una nueva provincia dentro de las fronteras del Imperio. Desde que cartagineses y galos acosaran Roma la estrategia más exitosa siempre había sido la misma: reducir el potencial militar del enemigo a cero aplastándolo con todo el peso de las legiones y romanizar posteriormente el territorio conquistado imponiendo la organización administrativa y obras públicas romanas.
Para la campaña del 101-102 Trajano dispone de 86.000 hombres repartidos entre 7 legiones y 41 cohortes mixtas (caballería más infantería) de auxiliares y algunos vexillationes de otras legiones. El ejército reunido es enorme, el mayor desde tiempos de Augusto y que no sería superado hasta la gran operación de Marco Aurelio en el Danubio contra los germanos. El ejército marcha sobre Tapae donde, en la decisiva Batalla de Tapae, se atrinchera el líder dacio con unos 40.000 hombres entre caballería sármata e infantería dacia. Dada la inferioridad numérica de sus fuerzas, decide jugársela preparando una encerrona a Trajano, pero este, previendo la situación, divide su ejército en dos grupos. El primero dirigido por el propio emperador lo forman las legiones I Adiutrix y II Adiutrix Pia Fidelis, IV Flavia y VII Claudia más las dos cohortes de la guardia pretoriana, 20 de infantería auxiliar y 30 mixtas con unas 10 alas de caballería. Esta fuerza se dirigirá frontalmente hacia los 30.000 hombres de infantería que presenta Decébalo en el estrecho paso por el que obliga a pasar a Trajano. Varias de las cohortes auxiliares y vexilationes se ocupan de cubrir los flancos mientras el segundo contingente dejado al mando de Tercio Juliano se interna en el bosque con las legiones I Italica, V Macedonica, y XIII Gemina para expulsar a la caballería sármata escondida en él y neutralizar así su emboscada.
En 102 Decébalo, tras algunas escaramuzas menores, se rindió. La guerra había durado tan sólo unos meses con victoria romana. Dacia queda convertida en un estado tributario y aliado de Roma por lo que varias legiones son apostadas en su territorio para asegurar el dominio romano.

La segunda guerra
Tras su subyugación, Decébalo cumplió con Roma por un tiempo, pero al poco comenzó a incitar a rebelarse a las tribus dacias, dando como resultado numerosos pillajes de colonias romanas situadas a lo largo del Danubio. En el año 106, Trajano volvió a reunir sus ejércitos para una segunda guerra en Dacia.
A diferencia de la primera guerra, la segunda se desarrolló en innumerables escaramuzas que resultaron caras para el ejército romano, el cual, enfrentándose a un gran número de tribus aliadas, luchó fuertemente por una victoria decisiva. Finalmente, Roma prevaleció sobre Dacia. Al comienzo del verano de 106, se produjo un asalto a la capital con la participación de las legiones II Adiutrix y Flavio Felix junto con un vexillation de la legión VI Ferrata. Los dacios repelieron el primer ataque, pero al final la ciudad fue tomada y quemada. Decébalo huyó, pero pronto se suicidó, para evitar así el ser capturado. A pesar de la muerte del líder de los dacios la guerra continuó. Por la traición de Bicilis (un confidente del rey dacio), los romanos encontraron el tesoro de Decébalo un el río Sargetia (tesoro que ascendía, según la evaluación de Jerome Carcopino, a 165.500 kilos de oro y 331.000 kilos de plata). La batalla final de la guerra tuvo lugar en Porolissum.

Consecuencias
Las Guerras Dacias fueron un gran éxito para el Imperio Romano. Trajano ordenó un total de 123 días de celebraciones por todo el Imperio. Las ricas minas dacias fueron aseguradas, lo que produjo un alivio en la situación económica imperial. Una gran parte de la población dacia fue esclavizada o muerta, en gran parte para evitar futuras revueltas, por lo que Trajano decidió que la nueva provincia debía ser repoblada, para lo cual procedió a fundar colonias y municipios y a repartir tierras a todos los libres del Imperio que deseasen instalarse allí, con lo que un buen número de itálicos, ciudadanos romanos, se instalaron en Dacia, romanizándola intensamente. Dacia pasó a ser, oficialmente, parte del Imperio y para asegurar su defensa, ya que estaba bastante abierta a los movimientos de pueblos de la gran llanura europea, particularmente germanos y sármatas se instalaron dos unidades legionarias, la Legión XIII Gemina en Potaissa y la Legión I Italica en Novae.

Ordenación territorial
La ordenación territorial de la nueva provincia fue definida sólo en el 117 por el emperador Adriano.
Renunciando a algunas franjas del territorio conquistado por su predecesor, Adriano dividió la zona en dos provincias: Dacia Inferior y Superior (más o menos correspondientes a Oltenia yTransilvania, de las cuales en el 159 se separó una tercera unidad administrativa en el norte, la Dacia Porolisense, pasa´ndose a llamar las otras dos Dacia Apulensis y Dacia Malvensis, con un gobernador al frente, antes de reunificarse, en el 168, en una provincia única bajo Marco Aurelio.
Las subdivisiones se hacían en función de la eficiencia defensiva: más bien contrario a la política expansionista de Trajano, Adriano se dio cuenta de los delicados problemas surgidos con la nueva adquisición territorial que, penetrando en el territorio bárbaro más allá del límite natural del Danubio, corría el riesgo de convertirse en una zona de tensión, más que en una refuerzo de las posiciones romanas en los Balcanes. Además, como consecuencia de su posición geográfica, la provincia seguía descentrada respecto de las arterias del tráfico del Imperio.
La capital fue Sarmizegetusa inicialmente llamada Ulpia Traiana y fundada como colonia a 30 km al norte del oppidum dacio.
Otras ciudades se desarrollaron gradualmente en torno a los emplazamientos militares: en la Dacia Superior, Apulum, Napoca, Potaissa, Porlissum, en la Dacia Inferior, Romula y Drubeta.

Recursos naturales
La sal y el oro se encontraban fácilmente y en tal cantidad que, después de conquistar Dacia, Trajanus suprimió los impuestos en todo el Imperio, porque sólo el rendimiento de las minas de oro de Transilvania bastaba para cubrir los déficits de los presupuestos. El geto-dacio fue un pueblo que nunca emigró de la Dacia, aun después de las constantes invasiones que sufrieron debido a la riqueza de esta región.

EL IMPERIO A LA DEFENSIVA
Adriano

Adriano. Publio Elio Adriano
Nacionalidad: Roma
Itálica 76 - Baia 138
Emperador 118 – 138
De la importancia de la provincia de Hispania en el mundo romano da fe la existencia de tres emperadores originarios de estas tierras: Trajano, Adriano y Todosio. Adriano había nacido en la ciudad bética de Itálica, en el seno de una familia romana. Al quedar huérfano, fue adoptado por el emperador Trajano, costumbre muy habitual en la sociedad romana. Cuando Trajano falleció fue sucedido por su hijo adoptivo quien tomó el nombre de César Trajano Adriano Augusto. Quizá para asemejarse al primer Augusto buscó la paz como máximo objetivo por lo que finalizó la larga y sangrienta guerra contra los partos, abandonando el control de Asiria, Mesopotamia y Armenia. La disminución del territorio imperial provocó cierto descontento entre algunos miembros de la clase militar que se conjuraron contra el emperador. La conjura fue descubierta y los participantes castigados. De esta manera veía reforzada su posición y podía poner en marcha su programa. Uno de sus primeros objetivos sería conocer los problemas de los súbditos imperiales por lo que llevó a cabo una amplia serie de viajes por todos los confines del Imperio, haciéndose eco de las necesidades que le eran presentadas. En su cortejo viajaba un numeroso grupo de técnicos que ofrecían posibles soluciones a los problemas planteados. La Galia, Britania -donde levantó una muralla de 117 km entre el mar del Norte e Irlanda- y Germania fueron las primeras etapas del viaje, permaneciendo alejado de Roma por un período de dos años. África y Siria serían sus próximos destinos, poniendo fin a este periplo por Oriente en Grecia, el territorio más admirado por Adriano que se reconocía enamorado de todo lo heleno. Será en el año 134 cuando regrese definitivamente a Roma tras diversos viajes por la zona occidental del Imperio. Este momento de paz trajo prosperidad económica al imperio.. La paz que vivió Roma en estos años se vio alterada por la sublevación de Judea entre los años 131-134. La revuelta estalló porque Adriano prohibió la circuncisión y pensó fundar un santuario a Júpiter en el lugar del templo de Jerusalén. Tras varios años de sangrientos combates, la rebelión fue sofocada. Adriano también se interesó por las reformas administrativas y económicas. El Senado vio como sus poderes eran entregados al Consejo Imperial, dividiendo en diferentes ramas sus competencias y colocando al frente de cada área a un ministro, dependiente directamente del emperador. El consejo privado del emperador pasó a ser público y la hacienda sufrió importantes reformas. Como la mayoría de los emperadores, Adriano también dejó sus construcciones en la ciudad de Roma. Cerca del Tíber levantó un gigantesco mausoleo que será la base del castell Sant´Angelo. En las cercanías de Tívoli edificó una suntuosa villa que recibe el nombre de Villa Adriana donde recogió las reproducciones de las obras de arte que más le impresionaron durante sus viajes. Los últimos años del emperador fueron un continuo sufrimiento debido a los frecuentes ataques de melancolía, recordando la muerte de su querido Antinoo en el Nilo y el fallecimiento de su hijo adoptivo, Lucio Cejonio Cómodo Vero. Como sucesor eligió a Antonino Pío.

El limes
Se conocen como Limes (singular, en latín; plural: limites) los límites fronterizos del Imperio Romano (el término limes significa «límite», «frontera», en latín). En Europa se ubicaba a lo largo de los ríos Rin y Danubio, para aprovechar el empleo de estos caudalosos ríos como fronteras naturales y para completar esta frontera natural, los romanos construyeron grandes murallas fronterizas que se levantaron a partir de finales del siglo I en aquellas zonas que no se podían defender eficazmente de las cada vez más frecuentes invasiones bárbaras, aunque las defensas más importantes y más estructuradas son del siglo II. Cada cierta distancia, se unía una torre o cualquier otra fortificación a la muralla. Los limes solían atraer a los comerciantes, y las familias de los soldados se instalaban también en las cercanías, por lo que a la larga se convirtieron en núcleos de población romana (a pesar de estar expuestos a las incursiones extranjeras) y en centros de intercambio comercial y cultural entre latinos y bárbaros.

Reconstrucción en Alemania de una torre de vigilancia romana en el limes Germanicus.

Originalmente, la palabra limes designaba en latín a cualquier camino vigilado por patrullas fronterizas. Por ello, la palabra se usa para nombrar tanto auténticas murallas de piedra (provincia de Britania) como cadenas de fuertes de madera o piedra a cierta distancia unos de otros. Este último modelo era el imperante en la vasta y peligrosa frontera germana, en aquellos lugares donde no se podían emplear los grandes ríos como frontera. Con el tiempo, los propios romanos llegaron a contratar a las tribus germánicas como soldados para resguardar el limes.
Los principales limes fortificados durante el Imperio fueron los siguientes:
· Muro de Adriano, Muro de Antonino y Muro de Septimio Severo en Britania.
· Limes del Rin en Germania, siguiendo el curso del río hasta las estribaciones de los Alpes. El Castillo de Saalberg (montaña de sal), al norte de Fráncfort, formaba parte del limes romano en una especie de provincia romana que penetraba hacia el este del Rin, con el fin de obtener sal en unos yacimientos cercanos del macizo del Taunus, en el Estado de Hesse. Varios castillos construidos por los romanos en esta zona aprovechan esta especie de cordillera o más bien, macizo, para penetrar hacia el este allende el Rin.
· Limes danubiano, en algunos tramos al norte del Danubio a su paso por Dacia y Panonia, que eran provincias del Imperio Romano.
· Limes africano, separando el África romana de los territorios controlados por tribus bereberes en el Sáhara y la cordillera del Atlas.
· Limes arábigo-palestino, separando el territorio romano del desierto de Arabia, consistente en una cadena de fuertes construidos en los puntos de aguada, comunicado por una densa red de vías, para defender de las incursiones de los nómadas del desierto y proteger la llegada de las caravanas.
· Limes oriental: apoyado en el curso del Eufrates, separando las provincias Siria y Capadocia del Imperio Parto y, más tarde, del Imperio Sasánida, formado por una cadena de ciudades y puestos fortificados controlando los puntos de aguada y los vados del río, con las fortalezas legionarias a retaguardia, a unos tres-cinco días de marcha.

Asentamiento en el Imperio
Los pueblos germanos, bajo la presión de los eslavos y especialmente de los hunos, comienzan a penetrar en el Imperio en calidad de federados. En el 376, los visigodos cruzan el Danubio y dos años más tarde vencen al emperador Valente en la batalla de Adrianópolis. El sucesor de Valente, Teodosio, establece como federados en la llanura panonia a los ostrogodos en el 380, y en el 382 a los visigodos. Pero los visigodos aspiran a establecerse en Italia. Aprovechando una primera irrupción de vándalos y alanos, pasan los Alpes en el 401, ponen sitio a Milán y en el 402 se enfrentan al general Estilicón en Pollenza; alejados de Italia, vuelven de nuevo en el 403 y son derrotados en Verona. Pero el ejemplo de los visigodos es seguido por los ostrogodos que entran en la Península en el 405 al mando de Radagaiso, para ser derrotados estrepitosamente al año siguiente en la Toscana; Estilicón condenó a muerte a Radagaiso.
Sin embargo, el Imperio no podía resistir mucho más. El 31 dic. 406, atraviesan el helado Rin hordas de vándalos, alanos y suevos. Los francos, establecidos también por un foedus en esta frontera, son derrotados, y el nuevo emperador Constantino firma otro foedus, esta vez con los burgundios, y los invasores, perseguidos, penetran en. la península Ibérica en el 409. Hasta el 411 vagan por el país sembrando el terror. Suevos y vándalos asdingos se establecen en Galicia, silingos y alanos en el Sur; sólo la Tarraconense queda libre de b. a cambio de un fuerte tributo. En el 429, bajo el empuje de los visigodos, vándalos y alanos pasan al África. En el 439, el vándalo Genserico forma un reino en Cartago y unos años después, en el 455, saquea Roma. En España quedan los suevos con los visigodos que habían llegado a la Península para combatir a los otros b. En efecto, en el 408, de nuevo los visigodos, al mando como anteriormente de Alarico, invaden Italia. Esta vez nadie podrá detenerlos. Obrará Alarico a su antojo y dispondrá del Senado y del Emperador que huirá a Rávena. Sitiará Roma tres veces, siempre en demanda de dinero y, en el 410, entrará a saco en la ciudad retirándose con cuantioso botín y numerosos prisioneros, entre ellos Gala Placidia, la hermana del Emperador. Muerto en Italia el mismo año, le sucederá su cuñado Ataúlfo, que en el 412 penetrará en la Galia y en Hispania. Dos años después, Ataúlfo se casará con Gala Placidia, pero muerto en el 415, se sucederán los asesinatos a causa de la corona visigoda. Triunfador Valia, se establece en un territorio cedido por el Emperador a caballo de los Pirineos con capital en Tolosa. A partir de este momento, los visigodos irán penetrando en la península Ibérica, empujados por los francos. Los visigodos se irán haciendo cada vez más independientes del poder nominal de Roma. Desde el 418 al 484 consolidarán el reino de Tolosa, pero a partir de esta fecha irán cediendo territorios del N de los Pirineos a los francos, hasta que éstos los derrotan en el 507 en la batalla de Vouillé, mandados por el gran rey Clodoveo, que acababa de abrazar el catolicismo.El hecho más importante de estos años de intervención europea de los visigodos es su participación, al lado del romano Aecio, en la lucha contra Atila, el rey de los hunos. Dirigidos por el rey Teodoredo y su hijo Turismundo, los visigodos contribuirían decisivamente en la victoria sobre el asiático en el 451 (batalla de los Campos Cataláunicos, frente a Orleáns), pero Teodoredo murió en el combate, siendo sustituido por su hijo, que reinó hasta el 453.
A partir del 455, el Imperio estaba acabado. Los burgundios se habían apoderado de todo el valle del Ródano. Britania había pasado a poder de sajones, anglos y jutos. Los vándalos atacaban Italia por el S, en el a. 468 el rey vándalo Genserico se apoderaba de Cerdeña, Córcega, Baleares y Sicilia, tras derrotar a las escuadras de Roma y Bizancio, que se aliaron ante el poder vándalo en el Mediterráneo. Un suevo, Ricimero, quitaba y ponía emperadores a su antojo; a su muerte, tras disputas entre rivales al trono, el general Orestes sentó en 61 a su hijo Rómulo Augústulo. Era el 475. Al año siguiente, el jefe hérulo Odoacro le asesinó. Y nadie recogió la diadema imperial que el bárbaro envió a Constantinopla. Pocos años después los ostrogodos, al mando de Teodorico el Grande, fundan en Italia un nuevo reino bárbaro. Dividida así Europa entre los germanos, el Imperio Occidental se convierte sólo en un recuerdo permanente que, a lo largo de toda la Edad Media, mantendrá viva la idea, siempre permanente en los pueblos europeos, de una unidad hasta el momento no conseguida.



















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