domingo, 3 de febrero de 2008

La Dacia de Trajano: un problema para Adriano

El instrimento de la propaganda
La obra de Trajano en Dacia quedó inacabada. No se trataba de un problema como el de oriente, pero hasta cierto punto las guerras dácicas no solucionaron definitivamente el asunto. Liquidada la resistencia del reino de Decébalo, las acciones militares de los años 101-102 y 105-106 terminaron temporalmente con la oposición de los Dacios, pero no con el peligro de Dacia. La fragilidad de la nueva frontera transdanubiana quedó patente en los continuos ataques de sus vecinos, y ya nunca dejó de ser motivo central de atención a lo largo de toda la centuria, hasta su abandono definitivo.
Trajano con el general Sula. Detalle de la columna de Trajano, Roma

Durante el reinado de Adriano, Floro recogía en su obra una visión sobre Dacia que no debía estar alejada de la visión política de sus contemporáneos. El autor hablaba de aquel pueblo inaccesible, proclive al pillaje y cuya conquista por Augusto tuvo que ser aplazada.
Estas palabras resultan especialmente útiles para justificar la actuación romana en el bajo Danubio, porque proporcionan los argumentos adecuados acerca de la conquista llevada a cabo por Trajano y su posterior conversión en provincia. Tal como ha explicado P. Jal, la obra de Floro sirve a los intereses políticos de Adriano, siguiendo un doble camino: defensa de la política de paz fronteriza y aceptación de la actuación exterior de Trajano como política de hechos consumados. Para ello se recuerdan las guerras de conquista que dieron lugar a la formación del Imperio, se defienden y justifican, pero siempre en el marco de un expansionismo limitado; también en esto es fiel a una tradición literaria anterior.
En realidad, el papel de los intelectuales más cercanos a la línea adrianea no es fácil, porque se ven implicados en el proceso de neutralización de los sectores pro-expansionistas heredados de Trajano, y tienen que hacerlo sin proferir ataques públicos contra éste. Así lo requería la estabilidad política y lo aconsejaba la frágil continuidad dinástica que había llevado a Adriano al trono. Atacar a su predecesor no le habría ayudado a dejar en el olvido el hecho de que éste evitó repetidamente adoptarle hasta el final de su vida, dando lugar a los rumores que recogen las fuentes. A esto hay que añadir la conflictiva relación con el Senado.
El año 106, la victoria dácica había traído a Roma un botín cuya cuantía deslumbró a generaciones posteriores, y sobre todo, unas posibilidades de explotación permanente de la nueva provincia. El impacto sobre sus contemporáneos se aseguró mediante la campaña propagandística posterior, y no se habría borrado el año 117, cuando Adriano hereda el problema. Neutralización de un peligro exterior y buenos resultados económicos eran argumentos suficientes para montar una demagógica defensa de la victoria romana, que no podría ser atacada fácilmente en público.
Los acontecimientos posteriores parecen demostrar que Roma no sabía qué hacer con Dacia. Las reorganizaciones administrativas se suceden desde Adriano, reforzando la idea de que la obra de Trajano había quedado inacabada: en lo militar, por los sucesivos ataques de Roxolanos y lazigas; y sobre todo en lo administrativo, con la creación de una provincia cuya división y cambio de límites son continuos. Todo indica que las actuaciones en Dacia se llevaron a cabo sin que Roma tuviera un plan preestablecido, atendiendo a necesidades

Adriano

La intención de Adriano de abandonar Dacia, mencionada en las fuentes, podría indicar que existió una postura contraria a la expansión territorial en ambientes cercanos al Emperador. Hay que pensar que la creación de una nueva provincia en territorios transdanubianos suponía un hecho insólito en el ambiente político contemporáneo. La previsible oposición a esta medida se remontaría probablemente al momento inmediatamente posterior a la victoria final sobre Decébalo el año 106. Es entonces cuando se inicia la actuación administrativa, a la que no serían ajenos los intereses de la población romana asentada en el bajo Danubio, tal y como ya mencionaba Eutropio. La nueva provincia suponía seguridad para los colonos, ampliación del campo de promoción para cargos civiles y militares (ecuestres y senatoriales), y expansión del marco geográfico incluido en el sistema impositivo romano.
Las diferentes posturas sobre Dacia deben valorarse en el marco de un proceso político más amplio, que se desarrolla entre el final de la 2ª guerra dácica y el comienzo de la guerra pártica. Durante estos años hay una serie de sustituciones en los puestos de responsabilidad junto a Trajano, que parecen indicar el alejamiento de los individuos más reticentes a su línea política y la incorporación de los más incondicionalmente fieles. Es en el marco de este proceso cuando el joven Adriano recibiría nuevos apoyos a costa del peso político de su padre adoptivo. Los descontentos con la expansión territorial, no necesariamente contrarios a una actuación militar en Dacia, debieron volver sus esperanzas a Adriano, y este acercamiento se intensificaría en los años siguientes, cuando toda la defensa fronteriza del Imperio va a ponerse al servicio de la frontera oriental.
Así pues, hay una línea documental para el tratamiento del tema de Dacia en los escritores posteriores, que se inicia con Fronto y que sobrevive, con ciertos cambios, en el siglo IV, como se demuestra en las afirmaciones de Eutropio. En cambio, no puede rastrearse esta continuidad temática en otras fuentes. Así ocurre con Dión Cassio, cuya biografía de Adriano trata ampliamente los acontecimientos políticos de su reinado. Cabría por ello esperar también alguna mención a la creación de las nuevas provincias resultantes de la subdivisión de la gran Dacia, así como de la conflictividad militar provocada por sus vecinos.
Dión Cassio y Aurelio Víctor representan una línea de transmisión de la imagen del Príncipe en la que uno de los objetivos es la defensa de la causa del Senado a través del tiempo, una institución que, en palabras del segundo de ellos, fue masacrada por Adriano. Representan a una parte de la historiografía no precisamente favorable al Emperador, y en el caso de A. Víctor, claramente hostil a él, que tiene en común la falta de interés por dar protagonismo a la actuación en la frontera transdanubiana.
Paradójicamente, este olvido del tema no está tan alejado, aunque por diferentes motivos, del tratamiento que la propaganda oficial adrianea da al asunto. Prueba de ello es el escaso uso numismático de motivos y leyendas relativos a Dacia, a pesar de que la reorganización administrativa proporcionaba una buena excusa para evocarlos. Dacia está presente en las emisiones monetales de series provinciales, en donde se representa con armas, lo que parece un único reconocimiento del carácter de frontera nueva e inestable. Así mismo, se incorpora a las series de ejércitos provinciales. Es decir, el tema de Dacia se utiliza sólo en aquellas ocasiones en las que su omisión no estaría justificada porque todas las provincias reciben el mismo tratamiento. Aparte de estos casos, sólo se recurrió una vez al tema, recuperando para la ocasión un motivo propio del territorio en armas, en lugar de las imágenes de normalización provincial que ya se habían iniciado con Trajano.
Aceptando que las emisiones monetales imperiales tienen una clara intencionalidad política, como mecanismo de difusión de las consignas del régimen que las acuña, la conclusión evidente que se deriva de un análisis de la numismática adrianea es que el tema de Dacia no se considera oportuno para proyectar la imagen pública de quien ahora ocupa el trono. Más bien al contrario, se evita su utilización, en claro contraste con el reinado anterior, y esto no se debe a que el bajo Danubio esté alejado de las preocupaciones del poder político, ni a la falta de acontecimientos comúnmente reflejados en las monedas. La situación en esa frontera es delicada, y la postura oficial tiene que armonizar la búsqueda de una solución definitiva con la aceptación sin crítica de la herencia recibida del reinado anterior.
Entrada del desfiladero de Djerdap, Rumanía
Escultura de roca más alta de Europa, 40 metros. Cara de Decébalo
Los mecanismos de proyección pública del príncipe que el poder romano cuida con exquisita atención, funcionan una vez más perfectamente durante el reinado de Adriano, según las prioridades del momento. Dacia había sido un tema prioritario de Trajano frente a la opinión pública, pero desde el año 117 se convierte en un problema para la línea política del nuevo príncipe. La inestabilidad fronteriza y los cambios administrativos para asegurar la explotación de los recursos, obligan a Adriano a evitar un tema que había sido motivo principal de atención para la población de Roma durante el reinado de su padre adoptivo.

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