sábado, 2 de febrero de 2008

Las Pólis griegas

Pólis

Pólis es la palabra griega que traducimos erróneamente como ciudad-estado puesto que la pólis normal no se parecía mucho a una ciudad y era mucho más que un estado.
Sin una clara concepción de lo que era la pólis y de lo que significaba para los griegos, es completamente imposible comprender adecuadamente la historia, el pensamiento y las realizaciones de los helenos.
El la Ilíada distinguimos una estructura política común. Hay reyes, como Aquiles, que gobiernan su pueblo, y existe el gran rey, Agamenón, rey de los hombres, que es algo así como un gran señor feudal.
En los asuntos de interés común este tiene la obligación de consultar a los demás reyes o caudillos. En las ocasiones importantes se debía consultar a la Asamblea del Pueblo.
Después de la Época Oscura, ya no hay un Agamenón de amplio poder. En Creta encontramos más de cincuenta póleis independientes, cincuenta "estados" pequeños en lugar de uno. No importa que los reyes hayan desaparecido lo que si importa es que los reinos hayan seguido la misma suerte. Lo que sucede en Creta sucede en toda Grecia. Esta se dividió en una enorme cantidad de unidades políticas independientes y autónomas. Es importante el tamaño. Estagirita establece que cada ciudadano debe conocer de vista a todos los demás.
Platón plantea que la cantidad de población debe ser 5.000. Hipodamo dice que el número ideal es 100.000. Aristóteles finalmente habla de una de casi 1.000.000.
Muchas póleis griegas existentes eran harto pequeñas, pues las había con menos de cinco mil ciudadanos.
Solo tres póleis tenían más de 20.000 ciudadanos, una de las póleis es Atenas.
El griego común en estos siglos primitivos era granjero, y si poseía a un esclavo era porque las cosas andaban más o menos bien.
Cada póleis tenía su ejercito, su calendario, su moneda, su gobierno y se cree que hasta su sistema de medida (aunque esto último es poco probable).

¿Qué sucedió para que la estructura relativamente espaciosa de Grecia se convirtiese en un mosaico de pequeños fragmentos?
Sin duda, existen razones históricas, geográficas y económicas. Los habitantes de cualquier valle o isla podían de un momento a otro verse obligados a luchar por su territorio. Por eso era importante tener un punto firme, normalmente la cima de una colina defendible en algún lugar de la llanura. Esta, la "Acrópolis" (la ciudad alta), fue fortificada y sirvió como resistencia al rey. Llegó a ser también el lugar natural de la Asamblea y el centro religioso.

Origen de la PÓLIS:
Hay un aspecto económico. Las barreras físicas, tan abundantes en Grecia, hacían difícil el transporte de mercancías, salvo por mar; pero al mar todavía no se le tenía confianza.
Aspecto geográfico. Se ha asegurado alguna vez que el sistema de la póleis independientes fue impuesto a Grecia por las condiciones físicas del país, esto parece ser falso. Son las regiones más montañosas de Grecia las que nunca desarrollaron póleis. La póleis floreció en regiones donde las comunicaciones eran relativamente fáciles.
La pólis tuvo su origen en el deseo de justicia. Los individuos no tienen ley, pero la pólis hará que se enderecen los entuertos.
La parte agraviada sólo estará segura de obtener justicia si puede declarar sus ofensas a la pólis entera.
En la pólis la venganza privada se transforma en justicia pública.

Lo que representaba para un griego
Todo griego conocía la pólis, pues ella estaba allí, completa, ante sus ojos. Si algunos descontentos planeaban un golpe, les era muy difícil ocultarlo. La vida integral de la pólis, y la relación entre sus partes, era mucho más fácil de abarcar, debido precisamente a esta pequeña escala.
En Atenas el hombre cuya riqueza excediese determinada suma de dinero debía, dentro del plazo de un año, realizar ciertas obras populares.
Los griegos concebían la pólis como una cosa activa, formativa, que educaba la mente y el carácter de los ciudadanos.
Lo sagrado también estaba vinculada a la pólis, pero no toda forma de religión. Los dioses olímpicos eran adorados por los griegos en todas partes, pero cada ciudad tenía, sino sus propios dioses, al menos sus propios cultos particulares de estos dioses. Cada pólis tenía sus deidades locales menores, "héroes y ninfas". Corresponde a los dioses olímpicos defender el orden, puesto que son especialmente los dioses de la pólis.
La pólis tiene sus miembros divinos y sus miembros humanos. La pólis es una unidad independiente tanto políticamente como religiosamente. Los dioses son los copartícipes invisibles en el bienestar de la ciudad. Algunos de los más agudos problemas morales y sociales del hombre han sido resueltos, y el medio de reconciliación es la pólis.
En el 458 a. C., en ese momento la pólis ateniense se encontraba en pleno desarrollo. La pólis que contemplaban era la coronación y la cumbre de su ideal político.
La pólis es el único marco en que el hombre puede realizar plenamente sus aptitudes espirituales, morales e intelectuales. El resultado del extraño experimento que estaba teniendo lugar en los cerrados valles de la península griega iba a ser nada menos que la aparición de una mentalidad original y distinta, de un ser humano nuevo.
En el seno de una pequeña comunidad como la de las ciudades estado cada individuo es terriblemente consciente de su propia idiosincrasia, de lo que le diferencia de los demás, de su individualidad. En ese tipo de comunidad, los comportamientos, ideas y expresiones de todo el mundo están en constante pugna y análisis por parte de todos. Por muy rico o muy noble que se fuera -y el suelo griego no permitía esos excedentes agrícolas que se producían en oriente, origen de los abismos sociales entre unas clases y otras- en los estrechos límites de una ciudad estado las grandezas y debilidades quedaban claramente expuestas a los ojos de la comunidad. Mientras en las grandes concentraciones de población del este la nobleza y los reyes vivían aparte, a menudo en auténticas ciudades prohibidas, en las Polis (en realidad Poleis, su plural) sus casas no podían estar muy lejos, dentro del recinto amurallado de la ciudad. Y en tanto que en las grandes monarquías orientales los ritos y los cargos intermedios permitían al poder distanciarse, en los estrechos límites de la ciudad estado hasta un rey -mientras los hubo -ponía sus defectos a la vista de todo el mundo más tarde o más temprano. Más aún, en las condiciones de escasez de recursos de las Polis, la existencia de reyes (que en los poemas homéricos ya son descritos como muy de andar por casa) no sólo resultaba un derroche, sino que era claramente innecesaria. En su origen, cada Polis había sido un fortín de refugiados unidos en la defensa común de sus tierras.
Las invasiones habían destruido las bases del sistema homérico de principados, las de una sociedad encabezada por una banda de guerreros de élite unidos por un jefe -el rey- y mantenidos por el resto. Los escasos recursos de la nueva Polis marcaban un límite a la población, y un número pequeño de habitantes obligaba a contar con todo el mundo para la defensa. En caso de necesidad, cada habitante de la ciudad estado debía dejar a un lado sus aperos de labranza o sus herramientas y convertirse en un ciudadano soldado. Sin recursos para mantener un ejército profesional y una casta guerrera, las ciudades necesitaban de sus habitantes para defenderse, y eso marcaría una diferencia clave.
Las grandes monarquías del este tenían ejércitos numerosos, pero pobremente equipados. En sus campañas, la misión de la infantería reclutada entre los campesinos era ofrecer un frente con el que “fijar” al enemigo para que la élite del ejército, la caballería o los cuerpos de carros, lo machacaran. Los caballos y los carros eran costosos, pero los grandes reinos orientales eran ricos. La caballería y los carros estaban en manos de la nobleza, y los nobles eran los que contaban, al fin y al cabo. Los campesinos eran fácilmente sustituibles, pues había muchos, y dado su papel en las batallas y su escaso peso especifico en el ejército no se les equipaba ni entrenaba demasiado (el propio concepto de armar y entrenar militarmente a los campesinos no era muy popular entre la nobleza). Los cuerpos de élite de infantería, mejor equipados, solían ser mercenarios extranjeros.
En las Polis griegas, en cambio, la población era mucho menor. Por otra parte, las guerras por los escasos recursos eran continuas. El terreno tampoco solía ser adecuado para la caballería (excepto en Tesalia y las llanuras centrales) y aunque lo fuera los recursos necesarios para mantener un cuerpo de caballería numeroso eran una sangría para las comunidades agrícolas que debían mantenerlos. Pero sobre todo, las ciudades griegas no podían permitirse perder habitantes, pues no tenían muchos. No había una numerosa clase campesina trabajando las extensas propiedades de otro. Sus ciudadanos constituían mayoritariamente una clase de pequeños propietarios rurales, hombres cuyas haciendas les permitían costearse un equipo militar de cierta calidad que les protegiera en combate. Si a eso se le suma la pronta aparición de la potencia militar espartana no es de extrañar que el equipamiento y el entrenamiento de los soldados griegos sufriera rápidas transformaciones y mejoras. Al tener que combatir en formación, tu seguridad dependía del hombre que estaba a tu lado, y si su equipo era deficiente o él se mostraba incapaz, tu vida podía peligrar. La presión social y las leyes de la ciudad forjaron un ideal de equipamiento y capacidad física al que todo ciudadano estaba obligado.
Esparta había prescindido de la caballería, y al hacerlo había descubierto que una unidad de infantería bien entrenada y actuando en conjunto tenía poco que temer de los jinetes, pues los caballos no son estúpidos y evitan los muros de escudos con lanzas afiladas. La introducción de las largas lanzas y los grandes escudos de la falange (escudos de 92 centímetros de diámetro, los Hoplon de quien tomaron su nombre los hoplitas) hizo perder mucha de su eficacia a la caballería.
Esta es, por cierto, otra de las libertades artísticas que se toma el cómic. Los espartanos no iban desnudos a la batalla. De hecho todo su entrenamiento, su disciplina feroz, estaba destinada a permitir que un hombre de 1,60 de estatura (y aún sería alto para la época, incluso para Esparta) y 75 kilos de peso pudiera combatir durante horas con un equipo de batalla que superaba los 35 kilos. En las fotografías que acompañan este texto he incluido una imagen de un grabado del 650 a.C., y una pintura de un jarro de vino del 540 a.C. Los artistas que las crearon no habían estado en la Guerra de Troya, evidentemente, y no tenían una imagen fidedigna de los guerreros de aquellos tiempos. El propio Homero, cuando describe a los héroes, muertos siglos atrás, sólo puede imaginarlos en función de su realidad, aunque idealizándola. Unos y otros muestran por ello a las figuras míticas con el equipamiento que le es es familiar, el de su tiempo (ocurre con los artistas de todas las épocas).
En la más antigua, un relieve de una tinaja que muestra al mítico caballo de Troya, podemos ver a los guerreros griegos armados con grandes escudos y dos lanzas cada uno. Las lanzas son más altas que ellos mismos. Vemos también espadas rectas y algunos cascos corintios (los que tienen protección facial) junto con otros cascos más simples. Las figuras del jarro de vino que luchan con Heracles llevan ya escudos Hoplon que cubren todo su cuerpo, grebas metálicas en las piernas, cascos corintios completos y armaduras que incluyen faldellines con escamas metálicas. Es la representación del hoplita pesadamente armado y luchando en formación, casi un siglo antes de las Termópilas.
Evidentemente, las Polis vecinas de Esparta tuvieron que entrenar a sus propios hoplitas si no querían ser barridas por ésta como lo habían sido los mesenios. Y así, aunque uno no fuera vecino de Esparta y nunca llegara a tener problemas con ella, Argos si los tendría (y tendría hoplitas pesadamente armados y entrenados a conciencia), y si Argos tenía problemas con Megara, y ésta con Corinto y tú tenías problemas con Corinto, pronto necesitarías hoplitas.
El modelo hoplita del ciudadano armado que aprendía desde niño a manejar las armas y participaba con sus vecinos en formaciones y ejercicios de maniobras se extendió por toda Grecia, hasta que en tiempos de las Termópilas las tres cuartas partes del ejército de cada ciudad estaban formados por soldados de infantería fuertemente protegidos y eficazmente entrenados.
La existencia de ciudadanos armados conscientes de su importancia, capaces de observar los defectos de sus líderes y poco dados a idealizar a las clases poderosas introdujo en la cultura que se estaba formando elementos que hasta entonces no se habían dado, o no en ese grado, en otras civilizaciones. En las Polis era fácil reunirse, mantenerse al día y hablar, pues la propia ciudad necesitaba lugares de reunión definidos -mercados, templos- dentro de sus muros. En esas condiciones, la toma de decisiones no necesitaba estar centralizada como en los grandes imperios orientales. En caso de emergencia era sencillo comunicar a los demás lo que estaba ocurriendo y lo que era necesario hacer. La consecuencia, no deseada pero inevitable, era que la gente podía fácilmente manifestarse al respecto.
Para ese viaje social no hacían falta alforjas regias, y las Polis fueron eliminando a sus monarquías, con algunas excepciones pintorescas como Esparta. Esto no significaba, no obstante, que no tuvieran líderes, y que no hubiera grandes diferencias sociales. Las familias originales, los primeros pobladores, solían ser los propietarios de la mayoría de las tierras y el ganado. El crecimiento económico de los primeros tiempos de prosperidad -en realidad, el mero desarrollo de las polis hasta alcanzar sus límites- los había hecho aún más ricos en comparación con sus vecinos. Inevitablemente algunos de los ciudadanos de los primeros tiempos habían tenido mala suerte, o muchos hijos, o habían perdido sus propiedades por alguna razón, o sencillamente sus parcelas eran demasiado pobres o pequeñas, y aunque seguían siendo ciudadanos de la Polis no tenían más poder que el de quejarse. Además, había un sector de la población, probablemente llegado más tarde en busca de refugio, que no tenía los mismos derechos y carecía de tierras o ganado, y que probablemente buscaba trabajo o mejorar su vida con la práctica de alguno de los oficios que se recuperaban lentamente. Los griegos los llamaban Metecos, y era muy difícil para ellos acceder a la ciudadanía. Y por supuesto, por debajo de todos ellos estaban los esclavos. Carentes de derechos, en la mayoría de los casos eran víctimas del bando perdedor de alguna guerra, o gente capturada en incursiones y secuestros que acababa siendo vendida en el mercado (más de una compradora de mercancías expuestas en una nave de mercaderes se encontró de pronto navegando hacia una vida completamente diferente sin darse cuenta). La desaparición de los reyes provocó el ascenso al poder político de las familias terratenientes, cada vez más influyentes. Cuando los reyes desparecieron, éstas establecieron consejos rectores formados por sus representantes. Estos consejos rectores recibían el nombre de Oligarkías (que significa el gobierno de unos pocos). Como las clases altas tenían una elevada opinión de sí mismas y consideraban que su posición era consecuencia natural de su superior capacidad, sus miembros se conocían a sí mismos como los Aristói, es decir, los mejores, y llamaban a su gobierno Aristocracia, es decir, el gobierno de los mejores. No era una opinión universalmente compartida. Sin embargo, las familias no siempre conservaban el mismo poder, y a veces algunas perdían influencia o recursos, que pasaban a otras que exigían un poder proporcional a sus nuevas posibilidades. Las pugnas por establecer quienes habrían de prevalecer en cada caso hicieron nacer la Política, la ciencia del gobierno de las Polis. A menudo los repartos de poder eran impuestos en lugar de consensuados, , y cuando esto sucedía los vencidos buscaban nuevos apoyos, a menudo en las clases de ciudadanos descontentos. Como resultado de estas maniobras aparecieron los Conservadores, que buscaban que todo se quedara como estaba, y los Progresistas, que intentaban forzar algún tipo de cambio que les beneficiara.
Esta situación privaba de participar en el gobierno activo de la ciudad a un enorme sector de la población que, sin embargo, se veía en la obligación de respaldar en el campo de batalla las decisiones tomadas por otros, lo que causaba no pocas tensiones. Por otra parte, el rechazo de cada Polis a ser dominada por las circundantes estableció un principio general -la libertad considerada como un bien del que no se debía ser privado- que, aunque aplicado a las Polis, podía ser también concebido para el individuo. Al fin y al cabo, si estaba bien que una Polis luchara para ser libre del dominio de otra, entonces el principio de no ser gobernado por otros quizá no fuera malo del todo.
La idea del derecho a ser libre acababa de ser expresada en términos políticos, y los griegos la amarían -primero como expresión de la libertad de su Polis, y luego de la suya como individuos- con la misma pasión desesperada con la que lucharían por ella.

Rasgos de la Pólis
Todas las polis, independientemente de la época o lugar, presentan algunos elementos comunes:
· Extensión territorial reducida que permite que sus habitantes se conozcan entre sí. Salvo Atenas, Esparta, Siracusa o Cirene, las polis griegas se reducen a una aglomeración urbana y un pequeño valle cultivable con algunos pastos.
· Independencia económica (autarquía). La polis tiene que ser capaz de producir lo suficiente para alimentar a su población.
· Independencia política (autonomía). La polis no puede estar sometida a otra ciudad ni a poder extranjero ninguno.
· Estructura social formada por ciudadanos, portadores de derechos, y esclavos sin derechos.
· Espíritu cívico, respeto por la ley y participación de los ciudadanos en los asuntos de la comunidad.
· Un embrión de historia con una leyenda de fundación.
· Un culto religioso común.

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