sábado, 2 de febrero de 2008

Sobre la guerra de Troya

Primera parte
La tecnología del Bronce en el ejército

Con el descubrimiento del bronce (metal de mayor dureza que el cobre) en el tercer milenio a.C. comienza el uso masivo de esta aleación con fines bélicos y de defensa.
Surgen las puntas de lanza y de flechas, dagas y puñales, reemplazando rápidamente a sus similares fabricadas en sílex y obsidiana. Se inventan nuevas y mortíferas armas, como las hachas de combate, la espada y los carros de ataque con ruedas y ejes de bronce. También se desarrollan elementos de carácter defensivo como escudos, yelmos, armaduras y pierneras.
Este fue el principal uso del cobre en la Antigüedad hasta el primer milenio a.C., momento en que el acero comenzó a desplazar al bronce como materia prima en la elaboración de armas.
La entrada en combate durante el Bronce Final se hacía con garantías de supervivencia. Todo un equipo militar fue inventado y preparado tecnológicamente para ello. Las espadas dejaron de partirse en la juntura de la hoja con la empuñadura al primer embiste violento. Se retiraron de la circulación las anticuadas espadas de remaches en el empalme y se diseñó un modelo mucho más resistente: la espada que sujeta la empuñadura a la hoja mediante una espiga de metal: una lengüeta. Es esta lengüeta, con su enmangue, la que se perfora para ajustarle la empuñadura de madera o hueso. La hoja se hace, asimismo, más contundente al adoptar un perfil de hoja de laurel muy afilado, con punta más o menos acusada. Se generalizan y circulan por doquier las espadas de hoja pistiliforme o de lengua de carpa.
Los guerreros de los Campos de Urnas embrazaban imponentes escudos redondos. Sabemos, y así lo prueban los ejemplares irlandeses de Clonbrin (Condado de Longford), Annandale (Leitrim) o Churchfield (Condado de Mayo), que a veces los escudos fueron de cuero. Ahora bien, bastantes escudos de bronce se han recuperado de tumbas, y, en especial, de depósitos de Centroeuropa, Dinamarca, y las Islas Británicas, para demostrar que la manufactura de los mismos responde a un modelo parecido, probadamente eficaz, y, por tanto, universalmente aceptado. El escudo es una plancha circular, trabajada a martillo, con un umbo central, al que se ajusta el asa por el reverso. Mediante repujado se disponen, en torno al umbo, nervios concéntricos que alternan con círculos de esferas repujadas (o bullones). Este diseño tiene propósitos decorativos, pero también técnicos. El escudo con nervaduras e hileras de bullones es un arma reforzada y resistente. El prototipo hubo de ser centroeuropeo. Las Islas Británicas dan amplia muestra de su uso y de la maestría de sus artífices. Ejemplos destacados son los escudos de Athenry (Condado Galway) en Irlanda y de Rhyd-y-Gorse, en Gales. Los talleres de broncistas daneses no sólo adoptaron el modelo en su versión original, como demuestra el escudo de Taarup Mose, sino que introdujeron en él variaciones de cuño y sello nórdico. El escudo de Sorup, por ejemplo, muestra un reverso distinto, al incorporar un tema cruciforme dentro del tondo, sin desviarse del esquema establecido. Son singulares otros escudos daneses ornados de círculos de estrías y bullones. Y muy especial es el ejemplar sueco de Nackhälle, en el que las sartas de bullones dibujan motivos de aves en hilera.
Los combatientes mejor preparados entraban en la escena real o en la ceremonial con una buena coraza. Excepcional, y muy famosa, por su debatida cronología y por tratarse hipotéticamente de un precedente europeo de la armadura micénica, es la de Caka (Levice) en Eslovaquia. La pieza fue hallada en un nicho de una de las tumbas de pozo que cubría un gigantesco túmulo. Corazas como la de Caka debieron dar una pauta decisiva en la producción metalúrgica de esa clase de armas. La tradición la adoptan los broncistas occidentales y, a partir de ella, producen espléndidos ejemplares de corazas de bronce. Hasta nueve corazas se hallaron, entre 1974 y 1976, en el lugar de Petit Marais, en Marmesse (Haute Marne). Como en los escudos, las hileras de bullones actúan de refuerzo y de líneas ornamentales. En las corazas de Marmesse aquella decoración reafirma el ajuste de las piezas de metal al soporte anatómico del cuerpo humano. Ribetes de metal adornan, y también refuerzan, las orillas. Incluso el claveteado de los remaches se integra en el juego estético de la técnica metalúrgica. Simples, pero imponentes, son los cascos de cimera crestada, bien representados en depósitos de Baviera, de las regiones francesas de Oise y Loire-et-Cher, y de otros yacimientos atlánticos. Uno de ellos, el recuperado de un depósito del río Sena, a su paso por París, puede ser indicio de los supuestos tecnológicos con los que se construyeron. Dos placas de bronce se encuentran y voltean a lo largo de la espina central. Clavos puntiagudos en los rebordes sujetarían el forro al cuero. Un biselado doble en la base del casco constituye la orla del arma. Los perfiles de estas piezas buscan la estética de la tecnología, y ésta, a su vez, no se resiste a producir armas llamativas a la vista, además de funcionales.
No se sabe cuál sería la función de una pareja de cascos hallados en la marisma de Brons, en Vikso, al norte de Zealand (Dinamarca); pero, a todas luces, hubieron de investir de respeto y de gloria a su poseedor. Pertenecen a la clase de cascos con cuernos encorvados en forma de lira. Su cimera estuvo engalanada con un penacho de plumas, u otra cresta ornamental, insertada en una ranura abierta en la espina del centro. Dicha ranura marca la línea de encuentro entre las dos planchas de bronce que forman el casco; pero de su base emerge un gancho corvo, semejante a un pico de ave de rapiña. Las planchas de metal están salpicadas de bullones, pero los de mayor tamaño se colocaron, a manera de ojos, por debajo de dos trazos arqueados en relieve, y entre el mencionado gancho. Los cascos están revestidos de poderes sobrehumanos. El virtuosismo técnico de su manufactura debió estar acorde con el alto rango de sus destinatarios, y de cumplir una función muy determinada. Sólo podemos conjeturar que los cascos de Vikso sirvieron para una ceremonia de culto. Se ha postulado que el experto taller del que salieron estuvo situado fuera de Dinamarca, en Checoslovaquia o en Alemania central. Cuestión difícil de probar. Si así fuera, es probable que los cascos de Vikso no fueran hechos de encargo, sino que hubieran ido a parar a suelo nórdico como objetos de regalo investidos de un especial significado social y religioso.

Un ejemplo: El armamento tartésico
Estudiar las armas de los TARTESIOS implica al menos cuatro cosas: primero, analizar el armamento del Bronce Final precolonial, conocido sobre todo por el conjunto de losas de piedra grabadas que llamamos estelas del Suroeste y por los famosos lotes de armas dragados hace ya muchos años en la ría de Huelva; después, describir y comprender las modificaciones tecnológicas y tipos de armas traídas a la Península por los fenicios (en especial la extensión de la metalurgia del hierro); tercero, determinar si la presencia de comerciantes helenos supuso algún cambio militar significativo; por último, definir en qué medida el armamento ibérico (que aparece como tal a principios del s. V a.C.) recogió herencias de la panoplia tartésica.
Sólo parcialmente y con problemas serios puede responderse a estas preguntas, debido a que la cantidad de información varía mucho de una fase a otra, y también a que es muy difícil saber si el hallazgo de algunos ejemplares de armas importadas llegó a tener algún impacto sustancial en la panoplia tartésica.

Panoplia aristocrática
Las armas representadas en las estelas del Sur oeste reflejan una panoplia aristocrática propia de guerreros de fines de la Edad de Bronce y, quizá, los momentos iniciales de contacto colonial. Incluye un armamento ofensivo basado en lanzas de larga punta, probablemente empuñadas y no arrojadizas, y espadas de bronce cuyo tipo es difícil de precisar, dado el esquematismo de las imágenes, pero compatibles con los tipos conocidos arqueológicamente: espadas tajantes de hoja pistiliforme en las estelas más antiguas, quizá también espadas de función más punzante del tipo de lengua de carpa similares a las halladas en el depósito de Huelva. A juzgar por las estelas y los hallazgos arqueológicos, el arco y las flechas eran empleados, posiblemente no sólo en la caza sino también en la guerra.
El armamento defensivo parece consistir en capacetes —posiblemente de cuero, quizá broncíneos— de los que el tipo más reconocible es el decorado con dos largos cuernos ondulados, tipo ya visto por el Mediterráneo desde siglos antes y que aparece representado en figurillas chipriotas y sardas. Junto a estos cascos, el elemento más característico es el escudo circular de mediano tamaño (quizá en torno a los 60 cm. de diámetro), hecho de una o varias capas de cuero de distinto diámetro encoladas entre sí y apretadas en húmedo contra un molde de piedra o madera para darles forma, y con una empuñadura simple central.
Muchos de estos escudos aparecen dibujados con una escotadura en forma de V cuya función se discute, ya que las interpretaciones oscilan entre las puramente simbólicas y las funcionales; según estas últimas, la escotadura podría haber servido para facilitar la construcción del escudo durante el proceso de secado y contracción del cuero, pero también, en el combate, para facilitar el manejo de lanza (si era lateral) o la visión (si era superior). Este tipo de escudo es conocido tanto en el Mediterráneo como en el Bronce Final de las áreas atlánticas.
Las estelas no permiten distinguir ningún tipo de protección corporal y los datos arqueológicos son mudos en este sentido, por lo que cabe pensar que si la hubo, debía tratarse de jubones o coletos de cuero o acolchados. Los carros de dos ruedas tirados por caballos que aparecen en muchas de estas estelas, de tipo egeo, no pueden ser considerados en el contexto peninsular como vehículos de guerra, sino como símbolo del transporte del difunto al más allá.
Durante este período previo a los primeros asentamientos fenicios aparecen algunas armas metálicas de origen oriental, que no debieron ser ni muy numerosas ni significativas desde el punto de vista militar, aunque sí desde el del status; por ejemplo: los cascos metálicos, con paralelos chipriotas, hallados en la ría de Huelva.

Nueva tecnología
El contacto colonial supuso para Tartessos, desde el punto de vista de la tecnología armamentística, ante todo la introducción de la metalurgia del hierro. Los escasos datos arqueológicos disponibles indican que los artesanos trataron al principio de reproducir en hierro los tipos de espadas de hoja larga y estrecha propios del Bronce Final (tumbas de Cástulo y Niebla), aunque con escaso éxito: la temprana tecnología del hierro no debía permitir demasiadas alegrías con las láminas de hierro forjado y lo cierto es que, pese a algunos intentos durante el s. VII a.C., estos tipos de espada desaparecieron. Cuando, siglos más tarde, vuelve a contarse con armas abundantes en los ajuares funerarios, la tradición propia del Bronce Final ha sido desplazada por otra muy diferente de espadas cortas y de ancha hoja típica del mundo ibérico de la Segunda Edad de Hierro.
Desde otro punto de vista, en el período Orientalizante Tartésico, las armas no son abundantes en el registro funerario, aunque tampoco están, como a veces se ha dicho, ausentes: hay algunas en la necrópolis onubense de La Joya, en el Palmarán de Niebla y en otros yacimientos; con todo, el tipo de ritual funerario no favorecía la deposición de armas en las tumbas, como sí ocurriría mucho más tarde, a partir de fines del s. V a.C. en el mundo ibérico.
Pese a lo que en alguna ocasión se ha escrito, no hay escudos hoplitas de bronce de tipo griego en la necrópolis de La Joya (se trata de una gran bandeja circular de bronce), pero en cambio sí existen dos o tres cascos griegos, corintios, de buena calidad procedentes de la zona de Huelva-Cádiz y fechados en los siglos VII y VI a.C. Aunque suelen ser interpretados como ofrendas de navegantes griegos a dioses de las aguas, también cabe la posibilidad de que algunas de estas piezas fueran regaladas a jefes locales, junto con otros productos de lujo; lo cierto es, sin embargo, que este tipo de casco diseñado expresamente para la táctica de falange hoplita (formación cerrada y disciplinada de una milicia ciudadana) no debía ser adecuado para los tipos de combate aristocrático entre campeones que debieron predominar en el mundo tartésico, y lo cierto es que no se ha encontrado hasta ahora un solo ejemplar claro de armas defensivas griegas en tumbas orientalizantes.
Abunda extraordinariamente sin embargo en numerosos yacimientos andaluces, fenicios e indígenas, y ya desde el s. VIII a.C., un tipo de punta de flecha de bronce conocido como de arpón lateral que probablemente llegó a Iberia a través del mundo semita, y que indica una cierta importancia del combate a distancia, quizá por parte de tropas de menor status.
¿Hasta qué punto recogió la primitiva panoplia ibérica la tradición tartésica del período Orientalizante? Es muy difícil precisarlo habida cuenta de la escasez de datos; parece que la más antigua panoplia ibérica contaba con tipos de escudo (como los representados en el monumento escultórico de Porcuna) similares a los de las estelas del Suroeste más tardías; también los tipos de lanza ibéricos más antiguos, muy largos y pesados, parecen derivar de tipos anteriores; en cambio, las espadas son, como se ha dicho, totalmente diferentes, y tampoco parece que la abundancia de puntas de flecha del Orientalizante perdurara en el mundo indígena de la Segunda Edad de Hierro.

Segunda parte
El caso de Troya



LA GUERRA
Según la Ilíada, la Guerra de Troya fue acerca del retorno de Helena, mujer argiva, a su legítimo esposo, Menelao, señor aqueo. Sin embargo, sea lo que fuera, el éxito de una invasión dánaa de territorio troyano parece haberse debido no tanto a una enorme supremacía numérica, sino, más bien, a una defensa troyana anquilosada por la debilidad de una disensión interna: una hegemonía política y social troyana elitista, de estirpe nórdica ("pelasga"), superpuesta —durante un largo período, quizás de varios siglos— sobre varias tribus autóctonas.
Si la figura de Agamemnón es medular a la línea narrativa de la Ilíada como jefe supremo de la expedición dánaa contra la nación troyana, entonces, ciertamente, fue Odiseo quien hizo posible el arribo y la logística de la expedición dánaa dándole una lugar en territorios de su dominio, de donde, el día propicio nueve años después, se llevaría a cabo un asalto naval definitivo sobre territorio troyano (el Catálogo de naves). Fue durante este periodo que bardos (o maestros) de Itaca, ubicada en la sombra de Samo al extremo occidental de Nerito, hicieron cortas excursiones a las playas donde los dánaos acampaban, y, mezclándose entre ellos, recogieron un censo detallado sobre sus lugares de origen en la Península Itálica, información que los propios censados no sabían —ni tenían razón para saberlo— sería vertido en el Catalogo de naves.
Al concluir la Guerra de Troya, Odiseo recorre lo largo de la ex-costa troyana durante muchos años, tocando diversos puntos tanto en tierra firme como en las islas; una interpretación de este exilio —nunca muy lejos de su Itaca nativa— es que purgaba de su alma, tanto los crímenes cometidos durante la guerra, como su traición de Troya al permitirle a Agamemnón acceso a territorio troyano, y, más adelante, la introducción del enemigo en el recinto de Ilio; otra interpretación es que hacia labor de proselitismo ilirio.
Es con la Caída de Troya, ± 1,200 aC. que el término “ilirio” entra en existencia histórica como el nombre colectivo de varias tribus independientes (aunque íntimamente relacionadas en su origen en una estirpe eslava común). Posteriormente, anécdotas griegas preservaron la historia que un tal Iliro fue el ancestro epónimo de estas tribus, quien (según una versión) era descendido de Cadmo (de donde la inferencia de un parentesco con los cadmeos, ocupantes de Tebas). Los griegos también preservaron la anécdota que fue Odiseo, quien, además de la muchas cosas terribles que hizo, asesino al niño Astianax, hijo de Hector y Andromaca, quien sería el primero de una genuina estirpe troyana, anatema a la idea de un nuevo orden político ilirio.
Se aprecia que la Ilíada y la Odisea son obras de origen troyano… o, si se gusta, de origen ilirio, o itaquense, o hasta órfico; pero independientemente de llamarlas como mejor convenga, resalta el hecho que estas obras fueron composiciones creadas en Itaca, y obras profundamente arraigadas a la región, y por ende, obras perfectamente bien entendidas localmente por aquella audiencia que tenía, en caso de necesitar cualquier aclaración sobre esto o aquello, acceso directo a la autoría (o colegiado) responsable de su creación y su custodia; fue al salir de este contexto local —una exportación en distancia y en cultura— que la Ilíada y la Odisea dejaron de ser una unidad continua, y que Homero dejó de arrojar verdades geográficas e históricas, y de tener sentido común.

LO QUE NOS CUENTAN
Para conocer esta parte de la historia antigua debemos valernos de los poemas homéricos que forman el contenido de la “Ilíada” y la “Odisea”.
El sitio de Troya duró diez años, entre los siglos XII o XIII a. C., pero en esta obra se narran cincuenta y un días. El origen del conflicto provenía del odio de los griegos o aqueos, como los llama Homero en su obra, hacia los troyanos, generado por el rapto de Helena, esposa del rey espartano, Menelao.
El autor del rapto, fue Paris, hijo del rey de Troya, ciudad asiática ubicada a la entrada de los Dardanelos. Este hecho ya había sido profetizado por los dioses, durante el banquete de bodas que se celebró con motivo de la unión de la ninfa Tetis y el rey Peleo, donde todos los dioses excepto la diosa de la discordia, Eris, fueron invitados.
El enojo de Eris se manifestó dejando una manzana de oro en la mesa destinada a “la más hermosa”. Esta inscripción, que figuraba en la dorada fruta, motivó que la reclamaran para sí, Afrodita, Atenea y Hera.
Paris, hijo del rey de Troya, fue designado para decidir a quien correspondía la manzana, y se la entregó a Afrodita, que a cambio le había ofrecido el amor de la más bella de las mujeres. Esa mujer fue Helena, objeto de su rapto, que tenía un celoso marido.
Menelao, esposo de Helena, y su soberbio hermano Agamenón, rey de Micenas, reunieron a los príncipes griegos aliados (Esparta, Argos, Pilos, Creta, los beocios, el reino de Phtia, en Tesalia, Itaca, Atenas y Salamina) conformando un ejército, que partió desde el puerto de Aulida, ubicado entre Grecia y la isla Eubea. Si bien cada príncipe conservó su autoridad, reconocieron el liderazgo de Agamenón, a quien a pesar de ser objeto de críticas, se le siguió respetando.
Pero Agamenón abusó de su autoridad, tomando para sí una esclava de Aquiles, lo que motivó el enojo de éste, quien se retiró del ejército griego. La “Ilíada” comienza expresando que va a tratar sobre la cólera de Aquiles, refiriéndose a este episodio.
Aquiles era hijo de la ninfa Tetis, una de las cincuenta hijas de Nereo, dios de las olas del mar, y del rey Peleo, soberano de los Mirmidones, en el sur este de Tesalia (al enlace entre esta ninfa y el rey ya nos hemos referido).
Sobre Aquiles, pesaba una terrible profecía, que auguraba que moriría en Troya, durante su juventud. Gracias a las aguas milagrosas de la laguna Estigia, donde su madre lo bañó, Aquiles adquirió invulnerabilidad, pero quedó fuera de esa protección su talón, lugar de donde su madre los sujetó (esta leyenda no está descripta en la Ilíada sino por un poeta del siglo I, llamado Estacio en su poema “Aquileida”).
Ante la decisión del héroe de abandonar a sus aliados, y el pedido que hace a su madre de implorar a Zeus para que haga retroceder a los griegos, los troyanos al mando de Héctor, avanzaron sobre el ejército de Agamenón, alzándose con la victoria.
Los combates se hacían por lo general a pie, en lucha cuerpo a cuerpo, resguardados por cascos, corazas y lorigas de bronce para proteger los muslos, además de los escudos. Las armas predominantes eran lanzas, picas, arcos y espadas.
Aquiles aceptó que Patroclo, su amigo, que lo había acompañado, enfrente a Héctor, pero perece en el encuentro. Aquiles, decide él mismo enfrentar a Héctor, que se había apoderado de su armadura.
Ayudado por las armas que le proveyó el propio Dios Vulcano, dio muerte a su enemigo, con cuyo cadáver regresó al campamento. Narra luego Homero los funerales de Patroclo, y en el último canto, el rescate del cadáver de Héctor, por parte de Príamo, padre del troyano asesinado, quien convenció a Aquiles con súplicas, que le entregara el cadáver de su hijo, para rendirle honores funerarios en Troya.
Aquiles fue muerto por Paris, según el poeta Estacio, de una flecha en su talón, versión que es la más repetida popularmente.En la Odisea se relata el viaje de Ulises, durante diez años, luego de la guerra de Troya, que son contados haciendo referencia a veintiseis días, para reencontrarse con su hijo Telémaco. En esta obra el autor presupone que los lectores ya conocen el desenlace de la guerra de Troya.

EL CABALLO DE TROYA
Odiseo o Ulises, rey de Ítaca, propuso durante el largo sitio de Troya, construir un caballo, hueco en su abdomen, que permitiría traspasar las inexpugnables murallas troyanas. La idea consistía en que los soldados griegos se ocultaran dentro del enorme equino de madera, que sería ofrecido a los troyanos como muestra de paz, mientras los restantes soldados griegos, supuestamente se retiraban. Los aqueos y troyanos de la Ilíada, no poseían caballería para la lucha, sólo utilizaban los caballos para tirar de los carros de guerra. Es un animal que se originaba generalmente como regalo de un Dios. A los troyanos se le ha llamado “domadores de caballos”, lo que supone que sus grandes riquezas podrían provenir del comercio de estos animales.
El ardid funcionó, y el regalo fue ingresado, permitiendo así que los soldados ocultos, salieran al exterior, cuando ya los troyanos dormían, ebrios luego de los festejos. Abrieron las puertas de la ciudad al resto de las tropas, que provocaron un saqueo incontrolable.
Menelao recuperó a Helena, y volvió con ella a Esparta.

Hombres escondidos dentro del caballo
Las fuentes clásicas dan numerosas versiones acerca del número e identidad de los guerreros que se escondieron dentro del caballo. Apolodoro los cifra en 50, pero luego añade que el autor de la Pequeña Ilíada, poema perdido, afirmaba que eran 3000 (aunque podría ser un error de los códices). Según Tzetzes fueron 23; Quinto de Esmirna da 30 nombres y añade que eran aún más y otros autores mencionan otros nombres. La recopilación de los integrantes nombrados por los diversos autores abarca los siguientes guerreros: Odisea (lider); Acamante; Agapenor; Anfídamante; Anfímaco; Anticlo; Antífates; Antímaco; Áyax el Menor; Calcante; Demofonte; Diomedes; Eumelo; Euríalo; Euridamante; Eurímaco; Filoctetes; Equino; Epeo; Esténelo; Idomeneo; Ifídamante; Leonteo; Macaón; Meges; Menéalo; Menester; Meríones; Peneleo; Podalirio; Polipotes; Talpio; Teucro; Tersandro; Toante; Trasimedes, y Yálmeno.

VERACIDAD DE LOS HECHOS
La Troya homérica, que buscaban los arqueólogos fue hallada en 1870 por un arqueólogo alemán, llamado Heinrich Schliemann, quien no encontró una ciudad sepultada, sino nueve, una debajo de la otra, originándose un debate entre los investigadores, sobre cuál de esas ciudades correspondía a la descripta por el poeta griego.
Si bien la obra es fantasiosa, la representación de la ciudad de Troya es admirablemente real, aún sin saber exactamente cual fue la relatada, describiéndose su escasa flora y su fauna, y su relieve de valles y montañas.
Las ruinas halladas de la fortaleza troyana, coinciden con la descripción homérica, que solo exageró al describir palacios, ya que Troya era más bien una fortaleza, con puertas y torres de gran altura.

Del Neolítico a la EDAD DEL BRONCE
Es en Creta donde nace la Edad del Bronce, a finales del tercer milenio antes de Cristo, con la civilización Minoica. Es la época de los primeros palacios, sin muros defensivos, lo que revela el talante pacífico de sus habitantes.
Hacía el 1.700 a.C. , estos palacios son destruidos sin que se sepa la causa.El período más espléndido de la civilización Minoica es la época de los segundos palacios. El palacio de Cnoso era la sede del poder político de la isla. En la decoración del palacio aparecen elementos de carácter religioso y los llamados cuernos de la consagración, símbolo de la presencia táurica que domina en esta civilización.En torno a 1.450 a.C.una explosión del volcán de la isla de Tera provocó una ola gigantesca que devastó la costa septentrional de Creta. Éste fue el fin de la civilización Minoica.Las escrituras cretenses.Desde principios del segundo milenio a.C. se desarrollan en Creta varios tipos de escritura:
En primer lugar aparece la escritura jeroglífica cretense.
Más tarde (a partir de 1.625 a.C.) surge, la escritura lineal A, un sistema silábico complementado por algunos ideogramas y signos numéricos.Estos dos tipos están aún sin descifrar.
En torno a 1.450 a.C. aparece la escritura lineal B, textos escritos con un punzón sobre tablillas de arcilla. Fue descifrada en 1.952.
La Edad de Bronce en la penínsulaEn 1600 a.C. encontramos en la Hélade a los descendientes de los primeros invasores indoeuropeos. Estos griegos micénicos entraron en contacto con la civilización de Creta, que llegarían a dominar políticamente.
Las ciudades micénicas son ciudades fortificadas, propias de un pueblo guerrero. La economía estaba basada en la agricultura y la ganadería, pero los micénicos se lanzaron también al comercio.Hacía 1200 a.C. la civilización micénica se vino abajo. Este hundimiento se debe a la migración de los dorios, que procedían de las regiones del norte.

ARMAMENTO MICÉNICO
Los objetos que, en primer lugar, conectaron el mundo micénico al heroico de Homero fueron las armas. Reichel fue quien intuyó que los objetos micénicos estaban relacionados con el mundo homérico. Tras él muchos autores buscaron la confirmación de esta tesis ayudados por sucesivos descubrimientos arqueológicos. Debemos tener presente que cuando Reichel identifica mundo micénico con mundo homérico, los hallazgos se reducen a las fosas del Círculo A de Micenas y poco más.
La imagen homérica introduce elementos de un pasado lejano que permanecen en el recuerdo de los griegos de la denominada "Época Oscura".
Objetos como el escudo-coraza, que, posiblemente, no rebasaría, el siglo XV como arma efectiva de defensa, materiales como el bronce, que podemos considerar arcaizantes en una plena Edad del Hierro o la utilización del carro de guerra, traen reminiscencias del mundo micénico, quizá recordado entre los griegos del Geométrico Reciente, bien por el uso o por la atracción que producía el recuerdo de una edad de héroes. Prácticamente es desconocida la sociedad del mundo micénico, y no digamos la sociedad del mundo geométrico.
Los nobles del Geométrico pudieron usar los elementos arcaizantes como un signo externo de riqueza, tendiendo así un puente cronológico, y quizá psicológico, con el pasado.
El primitivo equipamiento militar de los aqueos tenía como principal elemento defensivo un gran escudo que protegía el cuerpo enteramente desde el cuello al pie. Durante la primera época micénica constituía, junto al casco, el único elemento defensivo del guerrero; la magnitud del escudo hacía superfluo el uso de una armadura; sin embargo, el escudo privaba de agilidad de movimientos al luchador, aunque le proporcionaba protección. El peso del arma defensiva hacía necesario llevarlo sobre el hombro izquierdo mediante una fuerte correa.
Esta característica del escudo fue la causa de su pronto abandono y su sustitución por un equipamiento defensivo más completo, formado por varios elementos, coraza, escudo, y glebas, que ofrecía ventajas de mayor maniobrabilidad y permitía libertad de movimientos.
Otro de los elementos característicos de la panoplia de los guerreros micénicos era la espada, armas realizadas en bronce, y que fueron clasificadas en los años 60 por Sanders en una obra de referencia básica. Sanders realizó una tipología a la que nos iremos acercando.

Bronce oriental
La metalurgia del cobre y después del bronce supuso la aparición de sociedades de guerreros y el nacimiento de auténticos imperios. Las hachas, puñales y puntas de flecha de bronce proporcionan al hombre gran poder ofensivo, frente al anticuado armamento de piedra. Una de las primeras muestras de armamento defensivo es el casco de oro de las tumbas reales de Ur. En el valle del Indo, en el III milenio a. C., se consigue la aleación de cobre con arsénico, que proporciona gran dureza a las a., fabricándose hachas planas, puñales y puntas de lanza. Anatolia, Siria, Líbano y Chipre pasan a primer término a finales del III milenio a. C., convirtiéndose en difusores de a. de bronce hacia los Balcanes y el Adriático. Los famosos puñales chipriotas en forma de punta de lanza con espiga curvada llegaron al Oriente Medio e incluso a Europa. Troya presenta desde los niveles IPIII (2300-2100) a. de bronce.

Bronce europeo
En Creta (v.), en el minoico antiguo, los puñales de bronce triangulares con lámina reforzada por un nervio, con espiga y remaches, suceden a las a. de cobre, apareciendo la doble hacha. En el minoico medio se hacen normales las largas espadas con ricas empuñaduras, llegando á la perfección del arte en el minoico final. La civilización heládica de la Grecia continental (V. EGEA, CIVILIZACIÓN; MICENAs) corresponde a una sociedad de guerreros, adquiriendo las a. modalidades nuevas. En el heládico medio los puñales de hoja ojival engarzan la empuñadura con remaches, apareciendo las alabardas y las puntas de lanza con cubo lateral y calados. La cultura de los guerreros aqueos en los carros de guerra de las estelas funerarias está representada por el pueblo micénico con ricos puñales damasquinados, largas espadas y otras armas de bronce, impotentes ante el nuevo armamento de hierro de los dorios del 1100 a. C.

Grecia
Las a. defensivas en la Grecia del I milenio sufren una notable evolución, aunque fundamentalmente se reducen a cascos, corazas, cnémides y escudos. Los cascos se fabrican primero de cuero y después de metal, presentando variadas formas desde el corintio, muy cerrado, hasta los espléndidos y elegantes áticos, abiertos y con cimeras. Lós escudos tienen forma redonda, oval o de media luna '(pelta). Las a. ofensivas consistían en jabalinps, espadas ky puñales, mazas, hachas (arcaicas), arco y flechas y hondas, existiendo en cada tipo profundas variedades. En las espadas se destaca la machaira con hoja curva.
Luego aparecerá la metalurgia del hierro, oriunda al parecer de Anatolia, que dio pie á la formación del Imperio hitita.

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